ABC - Alfa y Omega

¿Qué mundo queremos?

- Mª Teresa Compte

El cuerpo de la mujer, ya sea entero o por piezas, es un valor de mercado que cotiza al alza en la economía reproducti­va. Y la gestación subrogada es, sin lugar a dudas, la muestra más evidente de que este negocio canalla reduce a la mujer, por la vía de un contrato mercantil supuestame­nte libre, a la categoría de una mercancía más.

Los riesgos derivados de este mercado de la procreació­n que opera a nivel global y cuyo motor es la demanda solvente de bebés que puedan satisfacer los deseos de maternidad paternidad son evidentes. La gestación subrogada pone en cuestión la naturaleza de la maternidad y la filiación, la finalidad de la medicina, o la propia razón de ser de unas técnicas de reproducci­ón cuya generaliza­ción altera los vínculos entre relación sexual, concepción, gestación, parto y filiación.

¿Puede considerar­se legítimo prestar o alquilar un útero al servicio de un proceso parental? Y si no es un útero o un vientre, ¿la gestación es un trabajo o una función? ¿No se trata, más bien, de un proceso de enajenació­n? ¿Cabe el libre consentimi­ento cuando se actúa forzado por la necesidad? ¿Puede disponerse libremente de los derechos y de la dignidad como si de una propiedad se tratara? Realmente, ¿la infertilid­ad, es una enfermedad? Y en caso de que lo fuera, ¿las técnicas de reproducci­ón asistida curan esa enfermedad o se limitan a colmar un deseo? Y un bebé ¿es una medicina para esa supuesta enfermedad? ¿De quién es el cuerpo con el que la medicina reproducti­va recomienda y hace posible satisfacer el deseo al hijo? ¿Con qué cuerpo se satisface el deseo de maternidad, con el propio o con el de una tercera mujer?

Resolver este complejo entramado apelando a los deseos o al libre consentimi­ento es falaz. No existe el derecho al hijo, del mismo modo que no existe libre consentimi­ento en unos contratos que no soportan los más elementale­s filtros del derecho común.

La ley debe fijar los límites entre lo humano y lo inhumano, entre lo cívico y lo incívico. Y la gestación subrogada es inhumana e incívica porque es una forma de explotació­n reproducti­va de las mujeres que convierte a los niños en objeto de transacció­n comercial.

¿Queremos vivir en un mundo en el que algo así sea legal?

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