Cartas a la redacción
Herir a Dios
Hay que felicitar a Federico Jiménez Losantos por su Memoria del comunismo, un libro cuya aparición en este momento es más que oportuna, justo cuando la izquierda quiere hacer una revisión interesada y parcial de la historia reciente. Es un libro impecable que da dimensión tanto a los crímenes del comunismo como de su desprecio del ciudadano libre. Ahora bien, Losantos se equivoca en el diagnóstico. Escribe desde el plano meramente humano del conflicto entre corrientes ideológicas e intereses políticos, ambiciones personales y perversidades desbocadas, economía y propiedad. Y no se trata de nada de esto. En el caso del comunismo, la música de fondo es herir a Dios. Desde la Ilustración, e incluso desde unos pocos siglos antes, determinado hombre está en esta misma lucha contra Dios, y si no son los jacobinos, son los comunistas, y si no, son los nazis, y si no, los masones. El éxito del comunismo se debió a que no encontró oposición entre aquellos ilustrados que odiaban al hombre de fe. Valentin Bensant, en La gran estafa progresista, sostiene que «toda falsedad que se construya y promueva socialmente que pueda dañar, aunque sea imaginariamente, a Dios, no será nunca rebatida por el intelectual moderno, independientemente de lo ilógico que sea lo propuesto, de lo incompetente que sea el hombre en la materia, de lo incoherentes que sean los resultados, o del número de víctimas que produzca».