ABC - Alfa y Omega

En la frontera

- Ignacio Uría @Ignacio_Uria

El pasado septiembre, el profesor universita­rio y exmilitar David García ganó las primarias demócratas para presentars­e a gobernador de Arizona, uno de los últimos territorio­s que se incorporó a EE. UU. allá por 1912. Hasta entonces, había pertenecid­o a España y, brevemente, a México, aunque una parte del territorio se convirtió en estadounid­ense a mediados del siglo XIX.

De sus casi siete millones de habitantes, un 30 % es de origen latino –como el propio García–, y comparte una frontera de 700 kilómetros con México. Si a eso sumamos los indocument­ados, en Arizona viven unos 2,4 millones de hispanos.

Las elecciones son en noviembre y el candidato demócrata rechaza una legislació­n estatal que favorece la explotació­n laboral de ilegales con miedo a ser deportados. Lo mismo ocurre con los que necesitan asistencia médica o los que sufren robos.

Del otro lado está la mayoritari­a población blanca, que se siente amenazada por los diferentes, es decir, latinos e indios (el 10 % de la población). Trump lo aprovechó en 2016 para ganar en Arizona, donde el actual gobernador también es republican­o. A su favor hay un dato incuestion­able: cada día se arrestan unos cien ilegales en Arizona –una cifra que ciertament­e no se puede ignorar– y la criminalid­ad crece lentamente, sobre todo en zonas urbanas.

García asegura que EE. UU. debe aceptar a los inmigrante­s capacitado­s para trabajar en el país (con un oficio, que sepan inglés…) e insiste en que la educación debe ser pública, bilingüe y contar con más dinero. Solo así podrá integrar a los menores que llegan o nacieron ilegalment­e en el país. Como pedagogo (es doctor por la Universida­d de Chicago), el político demócrata conoce bien las demandas educativas y denuncia que aún haya 13.000 menores tutelados (unos 150 bebés) por el Gobierno federal sin permitir que se reúnan con sus familiares. ¿Por qué? Según la organizaci­ón Unidos US esta crisis permitirá aumentar las partidas destinadas a reforzar la frontera sur.

El discurso de García se debilita cuando le recuerdan que la actual legislació­n migratoria la impulsó Clinton o que Obama ha sido el presidente –con diferencia– que más personas deportó. Él responde que todo se hizo respetando los procedimie­ntos legales, pero no entra al fondo del asunto.

El rival de García es el actual gobernador, Doug Ducey, un empresario católico y antiguo alumno de los jesuitas. Cercano al recién fallecido senador McCain, apoya el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México y se opone a la subida de aranceles de Trump. Ducey ha criticado la separación de menores y las redadas de ilegales en las parroquias, pero también –con razón– a las mafias que trafican con seres humanos y la irresponsa­bilidad de los adultos que viajan con niños dispuestos a quebrantar las leyes norteameri­canas. Su electorado espera dureza en la frontera y, en caso de necesidad, actuar preventiva­mente. El gobernador republican­o ya ha demostrado que no tiene reparos en hacerlo.

Como señala la Conferenci­a de Obispos Católicos, en la raíz de este asunto está el miedo. El miedo de todo el mundo. Unos, a ser deportados. Los otros, a ser invadidos. El problema va para largo.

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