Los demócratas salen tocados tras ceder y reabrirse el Gobierno federal
El acuerdo con los republicanos tras tres días de bloqueo legislativo en EE.UU. prevé la extensión del gasto gubernamental hasta el 8 de febrero
Los legisladores de EE.UU. llegaron ayer a un acuerdo para acabar con el cierre de Gobierno que sufre el país desde la medianoche del viernes. Ayer era el tercer día en que amanecía con gran parte de sus oficinas y agencias federales clausuradas, después de que el Senado agotase el plazo para aprobar una nueva ley de gasto. La minoría demócrata de la cámara alta exigía incluir en la norma una solución para los «dreamers», los 700.000 inmigrantes ilegales que llegaron a EE.UU. de niños. El presidente decidió no ampliar el programa DACA, que regularizaba de forma temporal su estatus, y los demócratas buscan una solución definitiva para estas personas, una medida apoyada de forma mayoritaria en el país. Los republicanos se negaban a tratar ningún asunto de inmigración mientras no se aprobara una ley de gasto que permitiera mantener el Gobierno abierto y no afectara, entre otras cosas, al pago de los salarios del millón de militares en activo.
La gravedad del cierre gubernamental se empezó a sentir ayer. Acabado el fin de semana, cientos de miles de funcionarios debían regresar a sus puestos. No lo pudieron hacer y la presión por acabar con el bloqueo se disparó, tanto para la Casa Blanca como para republicanos y demócratas. Ninguno quería asumir el precio político de un cierre gubernamental.
Trump, en segundo plano
Donald Trump, en contra de lo habitual, prefirió permanecer en un segundo plano todo el fin de semana y ayer hasta que se produjo el acuerdo. Tras mantener el viernes negociaciones con el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer –que fracasaron, según este último, porque el presidente no cumplió lo que dijo–, Trump optó por no liderar ningún esfuerzo. Lo único que podía hacer era ofrecer concesiones en materia de inmigración a los demócratas, y es un precio que no necesitaba pagar, al menos ahora.
Ante la inacción de la Casa Blanca y las posturas enconadas de los dos líderes –Schumer y el repubicano Mitch McConnell–, los avances llegaron por las negociaciones entre una veintena de senadores moderados de ambos bandos. Los impulsaron, entre otros, la republicana Susan Collins y el demócrata Joe Manchin.
El acuerdo supone que se extenderá el gasto gubernamental hasta el 8 de febrero, mientras que McConnell se compromete a que haya una votación sobre los «dreamers» en el Senado. Por lo tanto, los demócratas solo han arañado una promesa verbal del líder republicano de tratar el asunto, después de haber forzado un cierre gubernamental de tres días. Tendrá que pasar más tiempo para ver quién corre con la factura política del cierre, pero de momento parece que pesará más a los demócratas. Estos intentaron poner la culpa en la incapacidad de los republicanos de gestionar el Gobierno, a pesar de controlar la Casa Blanca y tener mayorías en la Cámara de Representantes y en el Senado. Pero el relato republicano era más potente: los demócratas eligen a los inmigrantes ilegales antes que a los estadounidenses. Ayer Trump volvió a insistir en Twitter: «Los demócratas paran los servicios y la seguridad de los ciudadanos en favor de los servicios y de la seguridad de los no ciudadanos». El presidente también tuvo buen olfato para anticipar la batalla interna en la oposición: «Los demócratas han cerrado el Gobierno por los intereses de las bases de extrema izquierda».
Tras el acuerdo, se vieron las costuras del partido demócrata, dividido por las diversas agendas políticas de los senadores. Buena parte de los legisladores que impulsaron acuerdos se juegan su escaño en las elecciones de noviembre y provienen de estados en los que ganó Trump en 2016. Otros criticaron el acuerdo. Es el caso de las dos senadoras de California, donde su rival no son los republicanos –el estado es un bastión progresista–, sino candidatos a su izquierda que les pueden quitar el puesto. Diane Feinstein, que deberá pelear en unas primarias muy disputadas, se mostró «decepcionada» por el acuerdo. Kamala Harris, senadora novata y valor emergente, aseguró que sería «insensato pensar que hay un compromiso» de McConnell. Quienes no quisieron pagar el precio político del acuerdo fueron tres veteranos con aspiraciones presidenciales: Bernie Sanders, Kirsten Gilibrand y Elizabeth Warren votaron en contra. El líder de los demócratas negros en el Congreso, Cedric Richmond, criticó a
División en la oposición Senadores demócratas situados en la izquierda se mostraron en contra del pacto alcanzado
Schumer por centrar todo el debate en los inmigrantes, con lo que daba entender la relativa popularidad del asunto fuera del Capitolio.
El duelo anticipa un curso legislativo de extrema dureza, con muchos legisladores presionados para renovar su escaño y con una mayoría republicana escasa (y como se vio el año pasado, también dividida en asuntos como la reforma sanitaria). Ahora habrá que ver cómo McConnell cumple con su promesa de impulsar la regulación de los «dreamers» y cómo afecta eso a Trump, atado por un mensaje antiinmigrante desde la campaña.
La Casa Blanca ve un triunfo
De momento, la Casa Blanca se apresuró a vender el acuerdo como una victoria del presidente: «Estamos satisfechos de que el senador Schumer haya aceptado el acuerdo que el presidente Trump puso sobre la mesa desde el el principio», aseguró la secretaria de Prensa, Sarah Sanders, que leyó un comunicado de Trump en el que no se cogía los dedos sobre la regulación migratoria: se aprobará «únicamente si es buena para nuestro país». Sanders evitó clarificar si su intención es dar ciudadanía o residencia legal a los «dreamers» y solo afirmó que el presidente buscará «una solución permanente».