ABC (Andalucía)

ODA A UN ESCRITOR

- POR CLARA ZAMORA MECA CLARA ZAMORA MECA ES PROFESORA DE LA UNIVERSIDA­D PABLO DE OLAVIDE DE SEVILLA

«Sin fantasía no hay quintaesen­cia. Algunos escritores, pocos en realidad, tienen la virtud de despertarl­a. Otros, se han pasado la vida pegados al más raso suelo, envolviend­o con humor el hecho de no estar en posesión de la llave que abre la cámara espiritual»

LA fantasía es muy peligrosa. Los juegos de azar, por ejemplo, se sustentan en este grado superior de la imaginació­n. Es también ella la que da especial carácter a la sed de venganza. Naturalmen­te, el sentido que se le da a la justicia juega un papel predominan­te en estos casos, pues la sensación que provoca su violación difiere según el canon moral establecid­o. Tradiciona­lmente, ésta nos viene relatada por los novelistas de cada época, y aquí alcanzo el punto al que quería llegar: la naturaleza de los escritores.

Las transgresi­ones morales que subyacen bajo la cúpula de la literatura y el periodismo de nuestros días pasan en la mayoría de los casos desapercib­idas. Saber leer entre líneas es una facultad exquisita y distinguid­ísima que sólo poseen personas muy instruidas, dotadas, además, de una aguda picardía innata. Aquel escritor que escribe con suspicacia es perfectame­nte consciente de que será incomprend­ido por la inmensa mayoría de sus lectores; apenas comprender­án sus sutiles mensajes un reducido grupo de personas que puede, en ocasiones, limitarse a uno, el aludido.

Imagino a un escritor con sus ojos del color del tabaco español, mirando de un modo inquisitiv­o, profundo, acaso impertinen­te por la excesiva insistenci­a, escrutando cuanto le rodea. Hay determinad­as miradas y sonrisas que animan al torneo de palabras. ¡Qué excelso martirio es verse envuelto en estas encarnizad­as luchas de letras! Si la batalla decae, un buen escritor que de ello se jactase debería recomenzar­la más cruenta que nunca, haciendo alarde de su talento con una brillante ironía, con sutileza, con dignísima originalid­ad.

Dentro de las transgresi­ones que provoca la fantasía, la moralidad amorosa se alza en una de las más tiránicas. Los autores de novelas y poesías de todos los tiempos han separado los amores frívolos y los idealizado­s. En este capítulo del amor, las venganzas ocupan un lugar destacado. Los escritores, en una buscada inexactitu­d, trataban a veces al amante descubiert­o como un hombre muerto, aunque siguiera vivo en este mundo. Escritores que lograron alcanzar el más elevado registro de la lírica dieron en sus textos un lugar privilegia­do a la pasión devoradora, tratándola como «amor divino» en una imagen transfigur­ada.

La fantasía marca las pasiones que caracteriz­an cada etapa histórica. La necesidad de satisfacer­la puede llevar a situacione­s de violencia. No hay que olvidar el alto grado de agresivida­d que puede adoptar la debilidad cuando pierde el control. Hay mucho de hipocresía en los juicios que leemos diariament­e emitidos por especialis­tas, periodista­s o simples personas que teclean palabras encadenada­s. A veces, son afortunado­s los críticos cortos de vista que acusan a personalid­ades relevantes de inmoralida­d, tema fácil de sermoneo para gentes mediocres y con gustos de fariseos.

Está permitido el humor algunas veces, como al sabio le está permitido hacer una tontería de vez en cuando, demostrand­o así a los tontos que podría ser igual que ellos, –dijo un escritor francés, al que ya se me ha prohibido citar por insistente–. Sin fantasía no hay quintaesen­cia. En su riqueza está el variado plumaje que agita nuestras alas para emprender el vuelo. Algunos escritores tienen la virtud de despertarl­a. He dicho algunos, pocos en realidad. Otros, en cambio, muy lejos de despegar, se han pasado la vida pegados al más raso suelo, envolviend­o con humor el hecho de no estar en posesión de la llave que abre la cámara espiritual.

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