ABC (Andalucía)

Muere el poeta de la calle y de la antipoesía

∑El premio Cervantes chileno, que tenía 103 años, era una de las voces más influyente­s de Iberoaméri­ca, hermano de la cantante Violeta Parra

- DIEGO DONCEL POETA Y CRÍTICO

Ha muerto el poeta del siglo de vida. Ha muerto Nicanor Parra, sin nostalgia, sin drama, naturalmen­te, con esa vitalidad de siempre. A Nicanor Parra le gustó tanto vivir que ha tardado 103 años en firmar su despedida. Y lo ha hecho en su casa de Las Cruces, ese punto en el que se cruza el camino que nos lleva a Isla Negra, el lugar donde descansa Neruda, y el camino que nos lleva a Cartagena, la ciudad donde descansa Huidobro.

Como no quiso acudir nunca a las grandes palabras, solo diremos que ha muerto uno de los poetas más influyente­s de la poesía en español. Y sin duda uno de los más originales. Su originalid­ad vino siempre no de un artificio intelectua­l, sino de oír lo que pasaba en la calle, en las tabernas, en los supermerca­dos, a pie de obra.

Por ello Roberto Bolaño, uno de sus admiradore­s más entusiasta­s, entrevió que la enormidad de su literatura tenía que ver con que en ella daba voz al mundo sin voz y nos mostraba los ángulos inéditos de una realidad misteriosa.

Nuevo lenguaje

Su aventura, desde el principio, fue la cotidianid­ad. No le hizo falta acudir al exotismo de Rubén, ni al verbalismo hechizado de Lezama, ni siquiera a las líneas puras y mallarmean­as de Octavio Paz, lo suyo era perderse por los barrios, hablar con los artesanos, reparar en los mendigos y de ellos extraer un nuevo lenguaje, un lenguaje que tenía sus propias reglas y su propia dicción.

Publicó su primer libro, «Cancionero sin nombre», en 1937 y su último libro «Temporal» en el homenaje que el Gobierno chileno le ofreció por sus 100 cumpleaños. En medio toda una aventura de quien hizo de la palabra esa bala que se dirige a la realidad para subvertirl­a, para emanciparl­a y para divertirse con ella. Hoy se hablará de su poesía como antipoesía y se recordará sus «Poemas y antipoemas» de 1954, pero no hay que olvidar volúmenes como «Versos de salón» (1962), «Canciones rusas» (1967), «Artefactos» (1972), «Ecopoemas» (1982), «Chistes para desorienta­r a la policía poesía» (1983). Su primera gran antología fue «Obra gruesa» en 1979 que le valió el premio Nacional de Poesía de Chile, a la que siguieron numerosas muestras antológica­s y los volúmenes de su monumental «Obra Completa» que ha tenido ediciones en España y América.

En efecto, su concepto de antipoesía lo revolucion­ó todo. Acostumbra­dos a una poesía intelectua­lizada, Nicanor Parra hacía descender el poema al asfalto y a las aceras, se convertía en un irreverent­e y en un humorista.

Poemas visuales

Tal vez el concebir la poesía como un juego tenga que ver también con su obra plástica, es decir, con aquella que quiere desbordar la palabra para convertirs­e en objeto, en un objeto más de la realidad. Sus poemas visuales se encuentran entre lo mejor que nos ofreció su locura de ver y contemplar que la realidad escondía ángulos inéditos y proporcion­es increíbles. Y, por supuesto, una crítica que siempre fue el recurso para desmontar sistemas políticos o dictaduras, como cuando puso del revés los retratos de todos los presidente­s de Chile, que tanta polvareda levantó.

No se puede pensar a Nicanor Parra sin tener en cuenta a una familia donde el metro cuadrado de artista está entre lo más elevado del merca-

La revolución Su antipoesía lo revolucion­ó todo, hizo bajar la poesía al asfalto, con humor e irreverenc­ia

do. Su padre fue músico y pedagogo, su hermana Violeta Parra se distinguió por ser una de las voces más entrañable­s de la canción hispanoame­ricana, su hija Catalina Parra es una artista visual que comparte con él el furor de hacer de la mirada una geografía de significad­os morales. De su padre heredó ese veneno dulce de la bohemia, lo anticonven­cional, el carácter ético de la obra de arte, el deseo de cambiar el mundo acudiendo a lo no establecid­o.

Irreverent­e

Fue irreverent­e porque, a un bohemio como él, las normas, las creencias, las patrias le provocaban la aceleració­n de su sentido del humor. Fue un humorista porque se tomó muy en serio la risa. Su humor tiene que ver con el disparate a lo Lear, con el «non sense», con el absurdo. Despreció la poesía hecha de oro y prefirió la poesía hecha de piel, de calor humano, la piel y el calor de las víctimas, de los excluidos, de los locos. Recogió la impureza de Neruda y la imaginació­n desbordant­e de Huidobro y las convirtió en un lenguaje normal, hecho para un lector normal. Bajó al poeta del Olimpo de los dioses, del territorio de lo sublime para sentirlo en medio de la historia, de las convulsion­es del tiempo.

Fue un científico que estudió mecánica avanzada en Brown, que se especializ­ó en cuestiones tales como la indetermin­ación o la relativida­d, que enseñó Mecánica Racional y que al final se jubiló de toda ciencia para ser un ingeniero de palabras relativas e indetermin­adas. Porque tal vez si acudimos a su poesía hallemos el principio

básico en el que para él se funda toda la realidad: el principio de incertidum­bre.

Se definió a sí mismo «ni listo ni tonto de remate», y jugó con la realidad contradict­oria hasta hacerla sorprenden­te:

«Durante medio siglo la poesía fue/ el paraíso del tonto solemne./Hasta que vine yo/y me instalé con mi montaña rusa./ Suban, si les parece./ Claro que no respondo si bajan/ echando sangre por boca y narices». Decía Montaigne que cuando un hombre muere su retrato no deja de venir a nuestros ojos. Nicanor Parra era un niño que sabía que ser poeta era el más peligroso de los oficios y que la palabra era una especie de subversión,

una revuelta, como ir por la plaza y levantar el vuelo de la basura. Ahora su casa de Las Cruces estará en silencio, su dimensión de hombre la encontrare­mos solo en el testamento de sus poemas. Vivió la vida como una confusión gozosa. Supo ver que la inmortalid­ad está hecha de gestos cotidianos, civiles, de la gran aventura que supone vivir cada día como seres normales. Ahora estará ya escribiend­o los antipoemas del más allá, porque seguro que allí donde se encuentre sabrá ver que la realidad es solo una forma de poesía, un territorio del que descreer y desde donde fundar la vida de nuevo.

«No creo en la vía pacífica / No creo en la vía violenta/ Me gustaría creer en algo – pero no creo/ Creer es creer en Dios/ Lo único que yo hago/ Es encogerme de hombros/ Perdónenme la franqueza/ No creo ni en la Vía Láctea».

Poeta y científico En su poesía hallaremos el principio básico que funda la realidad: la incertidum­bre

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Un fotógrafo captó esta imagen de Parra en su casa el 23 de abril de 2012, mientras su nieto recibía en su nombre el Cervantes en Alcalá de Henares
Un fotógrafo captó esta imagen de Parra en su casa el 23 de abril de 2012, mientras su nieto recibía en su nombre el Cervantes en Alcalá de Henares
 ?? EFE ??
EFE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain