El Atlético se desploma en la Copa
∑ El Sevilla aprovecha su ventaja de la ida ante un rival que lo intentó. Simeone, expulsado
En un mes fatídico, lleno de imprevistos y noticias torcidas, el Atlético cierra enero con la eliminación en la Copa del Rey. Lo intentó el grupo de Simeone con todas sus fuerzas en un duelo vibrante en el Sánchez Pizjuán y durante muchos minutos se atisbó el miedo en la grada. Pero volvió a cometer errores el Atlético, ese penalti de Saúl impetuoso, que lo expulsan de los cuartos de final. Los despistes de la ida resultaron muy caros y el Sevilla sigue adelante.
La Copa es una competición hermosa. Su formato aboca a los equipos a jugar a la desesperada, en el callejón sin salida, como si no hubiera mañana. Es ganar o caer por el despeñadero. Algo de esto se detectó en el eléctrico comienzo del partido en el Sánchez Pizjuán.
El envoltorio excepcional de la Copa deparó un prólogo inaudito. El Atlético no tocó el balón hasta que Moyá lo recogió de su red. El Sevilla tardó 28 segundos en configurar una maniobra excelsa, del saque de centro al área enemiga en una secuencia estupenda de técnica y toque. Hizo del flanco derecho, un campo de minas con Saúl, Gabi y Lucas, una autopista limpia, sin nieve ni obstáculos, para concluir con un remate de Escudero.
No tuvo ninguna culpa Moyá en ese 1-0 madrugador. El tiro del lateral fue académico, el balón penetró con fuerza por el arco y el cancerbero mallorquín no hizo nada mal. Pero en esas situaciones la memoria vuela inevitable hacia Oblak, su imponente envergadura que llena la portería y unos guantes que suelen alcanzar lo imposible.
La parroquia sevillista, pletórica
después de cantar a capela su himno contagioso, se sintió en la nube porque la noche prometía. Era un golpe para enviar a la lona a cualquier enemigo. Pero el Atlético está adiestrado en la adversidad. Es un boxeador que encaja todo y, aun nublados los ojos, sigue lanzando derechazos.
No fue material de derribo el Atlético, sino lo contrario. Expuso su personalidad en territorio hostil, acorralado por el marcador, el ambiente y un gol descorazonador. Su reacción fue inmediata, sin margen para el lamento. Giménez cabeceó con intención y
en el siguiente lance, Griezmann la enchufó a gol en un recurso brillante. La dejada de Gameiro y el zapatazo lejano en parábola del francés explotando la posición adelantada de Rico.
El partido regaló un fútbol de empaque y altura desde entonces. La combinación rápida del Sevilla frente al porte poderoso del Atlético. Saúl vencía en todas las disputas ante Navas, Vrsaljko apuraba su banda con velocidad y tino, Griezmann aclaraba el juego en una participación prolífica... El acordeón del Atlético funcionaba a la espera del gol, factor clave éste, ya
que Gameiro no llegaba tan fácil a posiciones claras de remate como suele hacerlo Diego Costa. Y Correa es un jugador que se puede quedar en la mitad de lo que prometía por sus carencias como goleador.
Superado el trance, ubicado el partido en una línea equidistante e indispuesta la afición sevillista por el dominio atlético, Saúl se pasó de frenada. Exuberante siempre en lo físico, arrolló al Correa sevillista y condenó a su equipo a más trabajos forzados. Banega hizo diana en el lanzamiento del penalti. No se asustó el Atlético pese a la voluminosa roca que cargaba en su espalda y tuvo la eliminatoria de cara unos segundos después, pero Correa, solo ante Rico y con tiro desde centro del área, disparó al muñeco y chocó contra el portero.
Por ahí se adivinó una sentencia a la eliminatoria, ya que la profusión de delanteros en el Atlético (Torres, Carrasco, Gameiro, Griezmann), tan habitual cuando el resultado viene torcido, no generó mayor claridad en el juego o las ocasiones. El equipo rojiblanco, corajudo y orgulloso, peleó sin desmayo tal cual es la virtud del cholismo, pero falto de lucidez en la elaboración del juego, se deshizo ansioso con el paso de los minutos y fue eliminado de la Copa con el tercer gol de Sarabia. El Atlético se desplomó, Simeone fue expulsado y el Sevilla sigue en la Copa.