Abuso de membrete
Sin entrar en su contenido, el acuerdo de Presupuestos presentado ayer tenía algo formalmente chirriante. En la parte superior, el logo del Gobierno aparecía junto al de Podemos. Si el acuerdo era un documento o acto institucional, sobraba el logo de Podemos; si no lo era, sobraba el del Gobierno.
Según la Constitución, los Presupuestos son elaborados por el Gobierno. Su discusión, enmienda y aprobación le corresponde a las Cortes.
¿Qué significaba este acto o documento preliminar? Un mero acuerdo político. El Ejecutivo será quien elabore los Presupuestos (veremos al ministro llegar con el pendrive o la carretilla de folios), que en este caso estarán inspirados por las ideas de Podemos. Esos Presupuestos merecerán, ya sí justamente, el membrete gubernamental y después se pronunciará el Parlamento.
Estamos por tanto ante un acto de partido y publicitario al que se da ringorrango con el logo oficial. Podemos recibe con ello una pátina de institucionalidad sin tener que formar parte del Gobierno.
Pero el lugar en el que Podemos debe influir en los Presupuestos socialistas es el Congreso. El Ejecutivo no puede pactar con una facción política y oficializar ese pacto con un membrete. Que cumplan por lo menos con la ficción de la separación de poderes. Que respeten al menos el ritual de fingimiento. O que incluyan de una vez a Podemos en el Gobierno, pues al final es un Gobierno de dos.
Sánchez abusa del membrete y degrada la institución. La confusión de Gobierno y partido es habitual, pero él va más allá y confunde el Gobierno con su implorante minoría de 84 diputados. Sánchez le ha puesto el membrete a su propia debilidad. El Gobierno de España, como institución, no tiene la culpa de derivar de ella. Si Sánchez, en su precariedad, va a colocar ese logo junto a todo aquello ante lo que se inclina va a parecer un anuncio de agua mineral en la sala de prensa de un equipo de fútbol. Sánchez debe dejar claro que quien pacta es él, no el Gobierno de España. Así se evitaría tener que leer al Ejecutivo criticándose a sí mismo (en una etapa anterior) o a un partido político; evitaríamos esta inquietante sensación de confusión y tótum revolútum. [ESPAÑA y ECONOMÍA]