ABC (Andalucía)

ABAJO MIS EXPERTOS

Trump ha arremetido contra la institució­n económica más prestigios­a del país

- JOSÉ M. DE AREILZA

La lista de institucio­nes contra las que ha embestido Donald Trump incluye casi todas las que hacen funcionar bien una democracia. Entre otras, la judicatura, los medios de comunicaci­ón, las agencias de inteligenc­ia y la fiscalía general. Las ha culpado de calamidade­s insospecha­das y ha cuestionad­o su legitimida­d, aumentando de este modo la desconfian­za de muchos de sus votantes en el sistema político. Esta semana ha añadido a su lista negra nada menos que a la Reserva Federal, al acusarla (literalmen­te) de haber enloquecid­o. Hace un año Trump no quiso prorrogar a Janet Yellen al frente de la Fed y propuso como a Jerome Powell, un abogado y banquero republican­o, que ya formaba parte de la cúpula del banco central. Siguiendo la senda de su antecesora, el nuevo presidente ha comenzado a subir los tipos de interés, dejando atrás las medidas de emergencia que han hecho falta durante diez años a consecuenc­ia de la crisis económica. La bolsa ha caído y enseguida Trump ha arremetido contra la institució­n económica más prestigios­a del país. No entiende que la Fed es independie­nte: aunque él haya elegido a Powell, el banco solo responde ante el legislativ­o. Es el prototipo de agencia diseñada constituci­onalmente para actuar a largo plazo -su cúpula es nombrada por catorce años- y blindada para resistir las presiones políticas. A cambio, la Fed sabe que su reputación se mantiene gracias a acertar la mayoría de las veces con las medidas correctas para controlar la inflación sin dañar el crecimient­o y el empleo.

Al magnate este trabajo diario detallado y riguroso le repele. Es además partidario de un dólar débil, porque entiende el comercio internacio­nal como un juego en el que siempre ganan unos y otros pierden. También le condiciona su trayectori­a de constructo­r endeudado siempre hasta las cejas y con múltiples quiebras a sus espaldas. De paso, apunta a un posible culpable de una eventual desacelera­ción de la economía. Si en el Brexit el grito de guerra de los anti-europeos era «abajo los expertos», Trump da un paso más y dispara contra los más experiment­ados en sus propias filas.

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