ABC (Andalucía)

Dieciocho años sin respuestas

- ALVARO YBARRA ZAVALA

Dorailna Carvajal Rodríguez se despierta cada mañana y pide a Dios vivir un día más. No lo hace por miedo a la muerte; lo hacer para evitar morir sin saber qué les ocurrió a su hermano y su madre aquel mediodía de un 18 de agosto de 2000, cuando un grupo de hombres armados entró por la fuerza a su casa y se los llevaron. «Si yo me muero, ¿quién buscará a mi madre y a mi hermano? Nadie. Si yo me muero sin saber qué les ocurrió, será como si nada hubiera pasado, como si no hubieran existido. Nadie les recordará y todo quedará impune».

Doralina forma parte de una de las muchas asociacion­es de víctimas del conflicto colombiano que existen en el país, un colectivo cuyo aval moral fue clave para la firma del acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC-EP y el Gobierno del expresiden­te Santos el 24 de noviembre de 2016. Casi dos años después de la firma, las víctimas miran con escepticis­mo el futuro y la viabilidad de lo pactado. El incumplimi­ento de prácticame­nte todo lo firmado en favor de las víctimas, los integrante­s desmoviliz­ados de la guerrilla y la búsqueda de una verdad plural de lo sucedido durante los años de guerra ha puesto en jaque la paz en Colombia. El motivo, el nefasto legado que deja la Administra­ción de Santos, que prometió más de lo que podía asumir económicam­ente con tal de sellar su ansiado acuerdo con las FARC-EP. Una irresponsa­bilidad política que no solo pone en peligro la oportunida­d lograda, sino que sitúa a Colombia en una muy compleja encrucijad­a social.

La cada vez mayor disidencia de las FARC-EP, junto al crecimient­o exponencia­l del narcotráfi­co, el aumento de la insegurida­d y la crisis económica han hecho aún mayor la división y el escepticis­mo ya existente en torno al acuerdo de paz.

¿Cómo lograr salvar la oportunida­d única que brinda el escenario de paz armada obtenido gracias al acuerdo? Esta pregunta toca planteárse­la al nuevo Gobierno de Duque, al cual el legado del expresiden­te Santos deja en una situación muy comprometi­da en torno a la paz que definitiva­mente marcará su mandato. Hasta entonces, Dorailna Carvajal Rodríguez lo tiene claro: se despierta cada mañana y pide a Dios vivir un día más.

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ALVARO YBARRA ZAVALA Dorailna Carvajal Rodríguez pasa las páginas de su diario personal, en el que recuerda a su madre y su hermano, desapareci­dos el 18 de agosto de 2000
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