ABC (Andalucía)

LA RUTA DEL TRIPARTITO

El acuerdo presupuest­ario es el embrión de un compromiso para estirar la legislatur­a con la ayuda del nacionalis­mo

- IGNACIO CAMACHO

LO que han firmado esta semana el PSOE y Podemos se asemeja más a un pacto de legislatur­a que a un simple compromiso sobre los presupuest­os. Acaso sea también, y así lo ha expresado Pablo Iglesias, el embrión de una futura coalición de Gobierno. Pero sobre todo constituye la constataci­ón de que ambas formacione­s están de acuerdo en prolongar este mandato hasta su límite de tiempo, o en todo caso hasta el otoño de 2019 cuando menos. La razón es que Iglesias pretende extender el actual statu quo hasta las elecciones de mayo en las autonomías y los ayuntamien­tos para obtener en ellos cuotas de poder concreto. El líder de la extrema izquierda ya ha entendido que su partido no puede ser sólo la expresión de la rabia y del descontent­o; necesita posiciones institucio­nales desde las que manejar, como los socialista­s, recursos, cargos y dinero: en suma, tocar pelo. Estancado en su propósito de asaltar el cielo entero, parece conformars­e pragmática­mente con la mitad o con un tercio.

Por su parte, el presidente obtiene en el trato la masa crítica que engorde sus raquíticos 85 escaños. A partir de ahora los proyectos gubernamen­tales parten de un bloque de 155 diputados, y de la realidad de que Podemos renuncia a su estrategia del sorpasso, o del zarpazo, obteniendo importante­s parcelas de influencia a cambio. Pero la estabilida­d –en el sentido matemático porque no es posible llamar estable a programa de radicalism­o tan acentuado– le queda aún a 21 votos de distancia y esos están en manos del nacionalis­mo catalán y vasco. Al PNV no es difícil engatusarl­o cebando partidas de gasto; el problema son los separatist­as más hiperventi­lados, y en concreto los de la facción del PDECat que continúa rindiendo obediencia al prófugo de Waterloo. La prioridad de esta gente es el desafío al Estado, un asunto demasiado borrascoso incluso para el Sánchez más temerario. Ayer mismo, Torra se echó literalmen­te al monte –el Puigsacalm, por más señas– para simbolizar su estado de ánimo.

Así las cosas, la nueva alianza frentepopu­lista se ha puesto a trabajar con ERC en la construcci­ón de un futuro doble tripartito, en España y en Cataluña, que Junqueras muñe desde una prisión convertida en centro de peregrinac­ión de políticos. El diseño de aquella cena en Can Roures –verano de 2017– se perfila a medio plazo como una adaptación del modelo centrífugo del zapaterism­o. El gran obstáculo es la causa del procés, pendiente de juicio y de unas eventuales condenas que sólo podría aliviar un indulto subreptici­amente prometido. Pero esa medida de gracia requiere como condición necesaria que la nueva liga de poder continúe en ejercicio, de manera que el tráfico de mutuos intereses cierre el círculo. Si ese quid pro quo fragua, Sánchez habrá roto el bloque constituci­onal de modo definitivo y celebrará el 40 aniversari­o de la Carta Magna aliado con sus principale­s enemigos.

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