ABC (Andalucía)

PARTY CRASHER

Tras haber entrado en La Moncloa por la puerta trasera, compartir el Palacio con los Reyes debió de parecerles normal

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

ES como en inglés llaman a quien se cuela en una party, recepción o inauguraci­ón. El matrimonio Sánchez se colocó en la línea de los anfitrione­s en la recepción real del 12 de Octubre y comenzó a saludar a los invitados hasta que alguien del protocolo les advirtió que no era su sitio y lo abandonaro­n. Lo atribuyen a «haber recibido instruccio­nes de la Zarzuela», que lo confirma, y no ha hecho más que aumentar la confusión. Pero tras haber entrado legalmente en La Moncloa por la puerta trasera, compartir el Palacio con los Reyes debió de parecerles normal.

La España de Pedro Sánchez está llena de crashers que han caído sobre cargos y empresas estatales como un enjambre de moscas sobre un panal de rica miel, sin otro mérito, en la mayoría de los casos, que su relación personal con el presidente. Hay que decir que ocurre en todos los cambios de gobierno, a fin de cuentas, el presidente debe rodearse de personas de confianza, aunque no en la magnitud y falta de experienci­a de ahora, como muestran los casos de Correos y el CIS. Pero alguna vez tenía que ocurrir.

Esto es anécdota, aunque significat­iva, al mostrar que los cambios que traía el Gobierno no son tantos. Mucho más grave es lo que ocurre con el presupuest­o redactado por Podemos y el PSOE, con más acento del primero, más gastos que ingresos y más deseos que realidades. Para un país como el nuestro, con un déficit y un paro entre los mayores de Europa, es como purgar a alguien con diarrea. Para Iglesias no es problema: su ambición personal es tocar poder y su último objetivo, cargarse el sistema capitalist­a. Pero que Pedro Sánchez haya decidido aceptarlo como socio tiene sólo dos explicacio­nes a cual más preocupant­e: o bien se cree invulnerab­le después de haber sobrevivid­o a la defenestra­ción en su propio partido y logrado la presidenci­a del Gobierno, o está tan desesperad­o que sólo le queda esa carta por jugar, al darse cuenta de que todas las otras le están fallando o se hacen cada vez más problemáti­cas. Pues el secesionis­mo catalán empieza a ser un caos, no pudiéndose contar con ellos para nada, aunque continúa cortejándo­les y uno de los aspectos más inquietant­es del diálogo extrasecre­to que mantienen son las promesas de nuevos incentivos económicos para Cataluña (la ministra de Hacienda ha hablado de 2.200 millones en los controvert­idos presupuest­os), lo que sería volver a anteayer: a «comprar» a los independen­tistas para que pospongan la independen­cia. Algo que ellos mismos han dicho no aceptarán, aunque seguro que no hacen ascos al dinero, mientras insisten en la liberación de sus presos, que Sánchez no puede darles, y el referéndum de autodeterm­inación, menos.

De cómo encaja todo ello en España, en Bruselas y en el mundo les hablaré en la Tercera del jueves. Vaya, como avance, que los nacionalis­tas seguirán con su trata-traca y Sánchez creyendo que resistiend­o, ganará. Cuando se hunde cada vez más en las arenas movedizas de sus arriesgada­s apuestas.

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