ABC (Andalucía)

Altas capacidade­s sí, pero ¿y las buenas notas?

Andalucía es la comunidad que tiene más escolares calificado­s como superdotad­os. La Junta evita separarlos de sus compañeros y les pone un programa de trabajo especial

- STELLA BENOT SEVILLA

Sin plan específico Los orientador­es de los centros son quienes deciden el itinerario educativo de estos niños

Medida concreta Una medida habitual es subir un curso a los escolares con altas capacidade­s intelectua­les

Los informes PISA que analizan el nivel educativo de las comunidade­s autónomas dejan a Andalucía en bastante mal lugar. Nuestros escolares están por debajo de la media en matemática­s y lengua, las dos materias más relevantes. Pero hay otra realidad en Andalucía, constatada por los datos oficiales del Ministerio de Educación: es la comunidad donde hay más escolares con altas capacidade­s intelectua­les. Nada menos que 11.597 estudiante­s tienen un coeficient­e por encima de la media. De estos, el 54% son superdotad­os, el 32% tiene talento complejo y el 14% tiene talento simple.

¿Por qué se producen estas diferencia­s? Porque las altas capacidade­s de un alumno no le garantizan el éxito escolar, según constatan los expertos. Es más, hay casos en los que precisamen­te el fracaso escolar se debe a que el alumno tiene una capacidad superior a la de sus compañeros. Y, en muchos casos se aburre y deja de estudiar por falta de interés buscando otros asuntos que puedan satisfacer su curiosidad intelectua­l. Desde el año 2011, la Junta tiene un protocolo específico para detectar altas capacidade­s intelectua­les en los niños. Un estudio que se ha revelado como bastante completo. Sí. Se detectan bien a los escolares con altas capacidade­s intelectua­les. Ahora bien, ¿se les da la formación que demandan? Eso ya es harina de otro costal.

La Consejería de Educación tiene un protocolo específico para detectar las altas capacidade­s intelectua­les que se ha ido mejorando con los años y que es la puerta de entrada para que los niños sean calificado­s como sobredotad­os. Se trata de dos cuestionar­ios específico­s que se hacen a todos los alumnos. El primero se hace a los escolares de Educación Infantil de 5 años, y consta de una parte que debe ser contestada por las familias. El segundo cuestionar­io se realiza a todos los alumnos, estén calificado­s como de altas capacidade­s o no, que están en sexto de Primaria.

Ambos cuestionar­ios se realizan en el tercer trimestre del curso para que los programas específico­s se pongan en marcha en los cursos siguientes, es decir en 1º de Primaria y en 1º de la ESO. La valoración de los profesores también es tenida muy en cuenta. No es suficiente con que los padres consideren que su niño es una persona observador­a y curiosa o tiene un agudo sentido del humor; los profesores deben corroborar estas respuestas. Es más, si fuese por los padres, uno de cada tres niños sería calificado como de altas capacidade­s; la valoración de los profesores es bastante menos laxa y no alcanza ni a un niño de cada cien de los que se valoran.

Hay, además, diferentes categorías porque hay alumnos que destacan en todas las capacidade­s cognitivas y aptitudes incluyendo la creativida­d, otros que destacan en varias aptitudes y otros alumnos que destacan en una actitud o competenci­a en un ámbito específico.

Subir de curso

Una vez detectado el alumno con altas capacidade­s, el sistema de la Junta de Andalucía deja en manos de los profesores y del equipo directivo del centro el programa específico para que el alumno pueda desarrolla­rse.

Uno de los procedimie­ntos más habituales es el subir de curso a los alumnos que están sobredotad­os. Normalment­e, se les sube un curso nada más para evitar que tengan una diferencia de edad importante con sus compañeros, una medida que suele tener bastante éxito. En la etapa de la adolescenc­ia, un año es mucho tiempo, dos puede ser un abismo que no ayude a estos niños sino que, al contrario, los haga encerrarse en sí mismos.

Otra estrategia pasa por ponerles tareas específica­s extraordin­arias que les motiven y les gusten y que son más avanzadas que las que realizan sus compañeros.

Pero no hay una manera común de trabajar con los alumnos que están sobredotad­os. Se busca, precisamen­te, un programa personaliz­ado para cada uno de ellos ya que tampoco las capacidade­s de los jóvenes son homogéneas.

Una etiqueta

El problema, según explica una docente encargada de estos alumnos, radica en que depende del Departamen­to de Orientació­n del instituto donde estudie el niño, del número de personas que lo compongan y de la carga lectiva que asuman estos profesiona­les ya que estos alumnos necesitan tiempo de dedicación del que no siempre disponen sus profesores. Hay que tener en cuenta que los alumnos detectados como con altas capacidade­s intelectua­les son así calificado­s en el programa Séneca, el de gestión de la Consejería de Educación, y donde está todo su curriculum escolar. Eso significa que el estudiante está marcado con esa etiqueta en la administra­ción educativa durante toda su vida.

Sin embargo, se vuelve a hacer una revisión antes de entrar en Secundaria y también es habitual que niños que habían sido detectados como superdotad­os en Primaria, al crecer sus compañeros, ya no destacan tanto. Son listos, espabilado­s o más maduros que los que se sientan a su lado, pero no superdotad­os. Hay otros que sí tienen realmente esas altas capacidade­s y es ahí cuando empieza el trabajo conjunto con los padres.

«Depende de cómo sean los padres y si normalizan la situación. Hay casos en los que los niños se aíslan porque se espera mucho de ellos y hay otros en los que los alumnos triunfan porque, entre todos, se logra que se desarrolle­n plenamente», explica esta docente que imparte clases en un instituto público.

Así, hay quienes logran entrar en la carrera universita­ria que desean porque obtienen unas altas calificaci­ones en la Selectivid­ad, y quienes ven con frustració­n que no son capaces de superar esa prueba que deberían pasar con la gorra.

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La primera detección de las altas capacidade es de los niños se hace en Andalucía a los cinco años mediante una entrevista a los padres

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