NEONES Y TAQUÍGRAFOS
EN 2015, después de los dos meses del bloqueo de las lagrimitas y los sollozos («no me dejan gobernar») Susana Díaz consiguió la estabilidad que anhelaba en los votos de Ciudadanos. Como siempre, el PSOE encontraba quien le procurara una prórroga para seguir batiendo increíbles récords de permanencia en el poder.
Tres años después y tras un largo y tedioso proceso de extirpación de pétalos de sobada margarita, Díaz justifica su adelanto electoral en que los andaluces no merecen la inestabilidad generada por la misma estabilidad en la que ella se aupó. La política es así: unos manosean la realidad para crear titulares de prensa mientras otros aprovechan el dinero con el que deben gestionar la cosa pública para visitar burdeles.
Adelanta ahora el líder de Ciudadanos, Juan Marín, que esta vez los votos de su partido no avalarán otra presidencia de Susana Díaz. Ella, que en la tierna mirada de él encontró la complicidad que necesitaba para seguir besando abuelos, ríe recordando que el de Sanlúcar «cada día dice una cosa distinta».
Apuntada queda la bravata naranja para recordársela cuando sea preciso, pero a Marín habría que pedirle que clarificara un poco más. ¿Preferiría entonces que ante un escenario similar al que ahora se disuelve fuese Podemos quien llevase las andas de la presidenta? O, más importante aún, ¿estará verdaderamente dispuesto a propiciar el vuelco político que Andalucía requiere? Lo lidere quien lo lidere.
Esta primera semana de precampaña no ha servido para imaginar cómo recuperar la estabilidad perdida con la que sacudirnos la inestabilidad que vino de la misma estabilidad. No. Pero sí para algo mucho más carnal: conocer la amplitud de la ruta de cargos socialistas por los neones de colores de la geografía andaluza y lo extenso y bien pagado del cariño falso comprado con dinero de la Faffe. De todos. Una inmundicia suficiente para pensar que ya no son justas más prórrogas. Y que es necesario definirse: Otro guiño y a por los 40 o cambio de verdad. Luz (blanca) y taquígrafos.