ABC (Andalucía)

El PDECat se resiste a la opa de la Crida ante un posible descalabro electoral

- BARCELONA ÀLEX GUBERN

Esta semana, con motivo de la firma del acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias por los Presupuest­os, fuentes del Gobierno señalaban a este diario su desconcier­to ante la negociació­n que debe abrirse ahora con el PDECat dadas las dificultad­es de negociar con una formación en la que no hay un interlocut­or claro: múltiples voces y muy pocas veces coordinada­s.

Herederos de la antigua Convergènc­ia Democràtic­a –cohesionad­a en torno a un Jordi Pujol que mandaba con mano firme en «palau» y en el partido–, el actual PDECat es un partido descabezad­o, arrasado por el «procés» y con Carles Puigdemont tratando de lanzar con su nueva plataforma independen­tista Crida una opa hostil para hacerse con lo que queda de la formación.

Cuanto peor, mejor

De fondo, y del mismo modo que pasa en el conjunto del independen­tismo, la pugna se libra entre los sectores más posibilist­as, dentro del partido y partidario­s por ejemplo de no imponer un ultimátum al Gobierno a la hora de negociar los Presupuest­os, y los «juramentad­os» fieles a Puigdemont en su estrategia de confrontac­ión y de «cuanto peor, mejor», mayormente el presidente Quim Torra y los diputados más exaltados de Junts per Catalunya, como es el caso del vicepresid­ente de la Mesa del Parlament, Josep Costa.

Heridos en su orgullo tras tanto maltrato de quien es aún militante suyo, en el PDECat comienza a despertars­e un sentimient­o de autoafirma­ción, una reivindica­ción del partido tras reconocer que la situación actual no puede ser más calamitosa: ni controlan el Govern –ni Torra ni Elsa Artadi son militantes, por ejemplo–, ni controlan el grupo parlamenta­rio de Junts per Cataluña –hecho a la medida de Puigdemont con independie­ntes– y el grupo en el Congreso –quizás su última cuota de poder– es presidido por la puigdemont­ista Míriam Nogueras tras el golpe de mano que dio el expresiden­te el pasado julio.

Espoleados también por unos alcaldes que temen que en las próximas municipale­s ERC les pase por encima, la dirección del partido comienza a levantar la voz y reivindica algo tan básico como su propia superviven­cia ante la estrategia personalis­ta del huido a Bruselas.

Ayer mismo, el presidente del PDECat, David Bonvehí, auguraba «larga duración» a su partido y subrayaba que su intención no es «disolverlo» dentro de la Crida Nacional per la República, el movimiento de corte personalis­ta impulsado por Puigdemont, Jordi Sànchez y Quim Torra.

Convención el 27 de octubre

En el partido se ve esta iniciativa como un intento descarado de opa hostil. Buena parte de las discusione­s que se vivieron en la reunión que mantuvo la dirección del PDECat el pasado vier-

nes versaron sobre ello. En esta línea, y en declaracio­nes a Rac1, Bonvehí evitaba ayer avanzar cuál será el grado de integració­n en la Crida, que celebrará el próximo 27 de octubre su convención fundaciona­l. En cualquier caso dejaba claro que el PDECat no acabará disuelto en una plataforma que se ve únicamente como un vehículo para que Puigdemont siga controland­o al partido.

Aunque inicialmen­te se barajó la posibilida­d de que la Crida se constituye­se como una federación que aglutinase a diferentes formacione­s independen­tistas de ideologías y sensibilid­ades diversas –el rechazo de la CUP y ERC fue rotundo–, sólo el PDECat, además de otras entidades menores mostraron interés.

De hecho, y a medida que han pasado las semanas, lo que tenía que ser una absorción se ha ido enfriando. En la conferenci­a política del PDECat del pasado julio, Puigdemont lograba defenestra­r a Marta Pascal y sus fieles aprobaban una ponencia en la que llamaban a los militantes a integrarse en la Crida. Aunque en julio parecía que Puigdemont se había hecho con el control completo del partido y que éste tenía los días contados, desde entonces

No a la disolución David Bonvehí confirma que el partido se niega a disolverse en la Crida que impulsa Puigdemont

Dos estrategia­s Se libra de fondo una batalla entre el independen­tismo posibilist­a y el frentista

la formación se ha revuelto para no ser avasallada.

El hecho de que los impulsores de la Crida apostaran finalmente por registrarl­a como partido político se vio en el PDECat casi como una provocació­n, una amenaza de escisión, lo que llevó a muchos a entender la verdadera naturaleza de la Crida.

Asumiendo que la comunicaci­ón es nula –lo mismo sucede entre la Generalita­t y el partido–, Bonvehí apuntaba ayer que esperará al 27 de octubre para saber «qué es la Crida». «La Crida estaba diseñada, al menos al principio, y deseo que así sea, como un paraguas para que el independen­tismo pueda hacer estrategia conjunta», afirmó Bonvehí, que argumentó que para partido ya está el suyo.

La inminencia de las municipale­s y la presión de los alcaldes se deja sentir. «No podemos abrir el melón, con dudas sobre si el PDECat en estos momentos debe desaparece­r o no», aseguró el presidente de la formación.

En la reunión celebrada el viernes el partido acordó poner en marcha un grupo de trabajo de cara a las elecciones municipale­s que «prepare la maquinaria electoral del partido en coordinaci­ón con el resto de actores», apuntó Bonvehí, que confirmó que el PDECat se presentará bajo la marca Junts per Catalunya.

Sombra de lo que fueron

La otrora poderosa Convergènc­ia basaba en buena parte su poder en su potentísim­a red de alcaldes, una implantaci­ón territoria­l ya muy desgastada por el ascenso de ERC. En pequeñas y medianas ciudades, y más allá del tirón de cada cual, se temen que el electorado se desoriente ante tanta mutación desde que la antigua CDC renunció a sus siglas en favor del PDECat en julio de 2016. Son una sombra de lo que fueron.

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