Borrell admite el «poco éxito» de la distensión catalana, pero insiste en la vía del diálogo
∑El ministro de Exteriores, Unión Europea y Cooperación lamenta el empeño de la Generalitat: «Están en el sí o sí»
Nunca, tampoco en tiempos convulsos, hay que perder los buenos modales. El ministro Josep Borrell, que se reconoce de otra época aunque se ha adaptado con facilidad a estos días, lo sabe bien. Sus obligaciones en el Hemiciclo, donde ayer tuvo que responder a una pregunta parlamentaria después de un bronco pleno monográfico sobre Cataluña, le impidieron llegar a la hora a su cita con el Foro ABC, organizado con la colaboración de Deloitte y patrocinado por Ferrovial. Con gracia, se disculpó al inicio de su alocución. Pero antes de nada, y ahora viene aquello de la buena educación, se acercó –con el nudo parlamentario todavía en la garganta, pero buena cara– a su mujer, Cristina Narbona, para saludarla con un beso.
Quizá hoy sea mucho pedir, viendo cómo está el patio, que Pedro Sánchez, Pablo Casado y Gabriel Rufián; o Albert Rivera y Pablo Iglesias, se saludaran con un afectuoso abrazo, pero quizá no fuera demasiado que adjetivos como «fascista» y otra retahíla de descalificaciones desaparecieran de la escena política. Más en unos tiempos a los que Borrell se subió a la carrera para ayudar a Sánchez en la vuelta del PSOE al poder y en los que la discordia está servida. Bien lo sabe el ministro, que ayer hizo un llamamiento a la cordura a las filas sector secesionista, a cuyas pretensiones, por otra parte, reconoce que el Gobierno ha intentado aplicar «una política ibuprofeno» con el objetivo de calmar los ánimos para intentar abordar el problema de una forma más racional.
«Me pueden decir que con poco éxito. Lo reconozco», admitió el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, una vez que recuperó el resuello tras su abrupta llegada. «Cuando pensábamos que la cosa entraba en una fase de mayor diálogo en Cataluña, se han encrespado las actuaciones del presidente Torra, que ha obligado al Gobierno, con 24 horas de margen, a pedir explicaciones y a advertir de que esa forma de actuar no es aceptable», resumió el ministro. Se refirió en este punto a las cartas remitidas el lunes desde el Ejecutivo a la Generalitat a modo de toque de atención por los incidentes del pasado fin de semana, cuando los Comités de Defensa de la República (CDR) cortaron la autovía AP-7 un día entero. Pese a ello, y también pese a que la oposición, con Pablo Casado y Albert Rivera a la cabeza, se lo solicitó al presidente del Gobierno ayer en sede Parlamentaria, Borrell enfrió cualquier posibilidad de volver a aplicar el artículo 155 de la Constitución. Consideró que desde Madrid se pueden tomar las medidas oportunas para que se cumpla la ley en Cataluña sin aplicar dicho precepto constitucional.
No le costó coger carrerilla a Borrell, quien antes de subir al escenario tuvo hasta tiempo para degustar la merluza del menú gracias a las presentaciones y buenas palabras de los tres anfitriones, que le dieron un poco de cancha para que tomara un respiro recién llegado de la Carrera de San Jerónimo. Catalina Luca de Tena, presidenta-editora de ABC destacó la capacidad del invitado para analizar la política «tanto exterior como interior»; Fernando Ruiz, presidente de Deloitte España, alabó la «experiencia» del ministro; mientras que Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, le sacó un par de sonrisas al contar anécdotas de otras etapas de Borrell como ministro, además de loar su perfil de «trabajador incansable». «Han sido todos ustedes muy amables. Siento llegar tarde, pero vengo de una de las sesiones más broncas que recuerdo, y eso que recuerdo unas cuantas», se excusó el político, quien irrumpió en el salón de gala del Casino de Madrid después de subir corriendo la escalinata del recibidor.
Entre dos aguas
Catalán de la Puebla de Segur, en Lérida, Borrell no comprende cómo unos políticos catalanes han sido capaces de convencer a la mitad de la población para lanzarse a la carrera secesionista. No queda lejos la estampa del ahora ministro en los actos organizados por Sociedad Civil Catalana cuando el desafío soberanista estaba su punto más crítico. Bandera europea en mano, Borrell lanzó entonces una advertencia a Carles Puigdemont: «No empuje al país hacia el precipicio». Tampoco entonces limó sus críticas contra la instrumentalización política de TV3, hasta el punto de calificar a esos medios como una «vergüenza democrática».
Meses después, quizá por cosas del