Compromiso insobornable con la verdad
∑ Encarnó el oficio de sabio a la manera tomista: «exponer la verdad e impugnar el error»
«Si la filosofía deja de ser la doctrina de la buena muerte, tampoco lo es de la vida buena. Entonces desaparece, deja de existir y ya no quedan más que los sofistas». Así concluía un discurso Robert Spaemann, el 3 de mayo de 2001, tras evocar la vida y la muerte de Sócrates. Más de quince años después, el pasado 10 de diciembre de 2018, el filósofo alemán culminaba una existencia lograda y, confortado con los sacramentos, abandonaba la posada terrena lleno de esperanza en la patria celestial. La suya ha sido una biografía que encarna de modo excepcional el oficio del sabio, tal y como lo sintetizó Tomás de Aquino: «Exponer la verdad e impugnar el error». A ambas tareas se dedicó en cuerpo y alma, llegando a ser uno de los pensadores más lúcidos y profundos de nuestra época.
Estudió Filosofía, Romanística, Historia y Teología en Münster, Múnich, París y Friburgo. Fue profesor en las universidades de Stuttgart, Heidelberg –en cuya cátedra sucedió a Gadamer con tan solo 40 años– y Múnich, y fue investido doctor «honoris causa» por la Universidad de Navarra y varias universidades extranjeras. Autor de obras traducidas a numerosos idiomas, entre ellas destacan «Felicidad y benevolencia» (1991) y «Personas» (2000); y, de naturaleza más sapiencial, «Meditaciones de un cristiano. Sobre los Salmos» (2016 y 2017).
Como Benedicto XVI –con quien le unía una honda amistad–, Spaemann cultivó desde joven un compromiso insobornable con la verdad. A esta actitud contribuyeron su admiración por Platón o las experiencias vividas durante el nacionalsocialismo. Comprendió muy temprano cuál es la forma que adopta la conciencia de la verdad frente a una presión exterior abrumadora, lo cual le acostumbró a afrontar las modas dominantes con escepticismo e ironía. Al mismo tiempo, semejante experiencia le dotó de una fina sensibilidad y apertura para apreciar cualquier signo de verdad, bien y belleza en el mundo; y le llevó a tomar partido por causas como la defensa de la vida humana, la ecología o la reivindicación de lo sagrado en la sociedad.
«“Reír ahora” (cf. Lc 6,25)», afirmaba Spaemann refiriéndose a quien pone todo su corazón en lo terreno, «supone haber perdido de vista la manifestación de la gloria de los hijos de Dios, aún pendiente, consolándose con trabajo y diversión (...). Los que tienen hambre y sed de justicia son los que siembran el grano del reino futuro. Siembran con lágrimas y cosecharán entre cantares (Sal 126,5). “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados” (Mt 5,4). “Al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas” (Sal 126,6)». Spaemann deseó la justicia y sufrió por las injusticias del mundo. Sembró con lágrimas: coseche ahora entre cantares.