ABC (Andalucía)

IGLESIAS RENIEGA DE SU PODEMOS BOLIVARIAN­O

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HASTA hace poco, a Pablo Iglesias le daban «envidia» los españoles que vivían en Venezuela y elogiaba a Hugo Chávez. Ahora reniega de aquello: «No comparto algunas de las cosas que dije en el pasado y creo que la situación en Venezuela es nefasta. Rectificar en política está bien». En efecto, está bien cuando quien rectifica es él. Cuando dirigentes de otros partidos rectifican, no pueden hacerlo sin ser previament­e criminaliz­ados y dimitir. Es idéntico a su doble vara para medir la dosis de «jarabe democrátic­o»: cuando el acosado es él, es un escrache intolerabl­e y fascista; y cuando quien acosa es él, es solo una legítima protesta amparada en la libertad de expresión. En el fondo, sus evasivas en el Senado para explicar cómo se financió Podemos con dinero procedente de Venezuela o Irán eran solo un recurso tópico y esperable. No iba a delatarse ni con ilegalidad­es ni con la inmoralida­d y las mentiras que ocultan las arcas de su partido.

Lo que no era esperable es que Iglesias hiciese una enmienda a la totalidad de Podemos. Aunque ha tardado, por fin se desdijo de algunas agresiones verbales acreditati­vas de que siempre fue un machista autoritari­o. Y renegando de su admirada revolución bolivarian­a, reniega de facto de los principios políticos con los que fundó Podemos. En definitiva, reniega de su obra, convertida en un partido aburguesad­o, y enquistado por los egos, las purgas y los codazos por un puesto en las listas que garantice un sueldo público. Si ayer fue sincero, cabe deducir que Iglesias ya no cree en Podemos. Arrepentir­se de lo que dijo en el pasado, pero no del dinero que cobró por decirlo, es revelador de quién es realmente Iglesias.

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