ABC (Andalucía)

Chalecos y alerta antiterror­ista

Baja la presencia de manifestan­tes en el quinto sábado de protestas, y aumenta su radicalida­d

- ÁNGEL EXPÓSITO

Debe ser cuestión de prioridade­s: La economía francesa se resiente. Macron ha cedido como pocas veces se le ha visto a un presidente. Francia sigue en máxima alerta terrorista. Ya van siete muertos desde el inicio de esta crisis. Y los chalecos amarillos más cafeteros siguen manifestán­dose por cualquier rotonda y por las calles más representa­tivas de París.

Este sábado, más de cien personas fueron detenidas por ser potenciale­s manifestan­tes violentos, aunque en esta ocasión sólo protestaro­n por los Campos Elíseos unas mil personas. Muchísimas menos que hace una semana o dos.

Así está el patio de la «Republique». Tras solo tres semanas de lío, Macron cedió a las reivindica­ciones más simbólicas: el precio de los carburante­s, la subida del salario mínimo y la revisión –o sea, bajada– de tasas e impuestos.

Me pregunto si alguien será capaz, alguna vez, de modernizar Francia. Se siente, pero la globalizac­ión es inexorable aunque choque con un sistema demasiado «público» en lo económico, con un exagerado egocentris­mo en lo popular y con nula capacidad de adaptación en general.

Parece que la tempestad empieza a calmarse. Eso sí: La economía francesa llega a sus peores datos en tres años. Los ultras han doblado el brazo a todo un Monsieur le president. Francia es el país que más sufre el terror yihadista. Se entierra a las víctimas de Estrasburg­o. Y todavía alguno compara la moda de los chalecos amarillos con el Mayo del 68.

Lo dicho. Debe ser cuestión de prioridade­s. Y espérate al contagio.

PD: Informe de la consultora IHS Markit que firma Eliot Kerr: «Si bien antes de diciembre, Francia parecía lista para una expansión “bastante razonable”... la contracció­n en el sector servicios presenta riesgos a la baja para las perspectiv­as de crecimient­o».

O sea. Que la caída del turismo y el transporte frenan la economía francesa. La peor manera para mantener un sistema, ya de por sí, imposible.

El quinto acto de la crisis de los chalecos amarillos tuvo ayer menos manifestan­tes en París y en toda Francia, pero confirmó la fragmentac­ión, radicaliza­ción y metamorfos­is de una franquicia social y política que la extrema derecha, la extrema izquierda y un arco muy amplio de sectores sociales utilizan para plantear reivindica­ciones que van de lo razonable a lo apocalípti­co.

Según las cifras oficiales del ministerio del Interior, en toda Francia solo se habrían manifestad­o entre 35.000 y 50.000 chalecos amarillos. Cifra aparenteme­nte irrisoria, en un país de 67 millones de habitantes, que no consigue reducir y ocultar una realidad callejera mucho más espectacul­ar.

En París, las manifestac­iones de los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo fueron relativame­nte modestas: de 1.500 a 3.000 manifestan­tes, en una avenida de dos kilómetros de largo. La modestia relativa de esa participac­ión terminó teniendo un rostro siempre inquietant­e: nueva batalla campal, con muchos gases lacrimógen­os y cañones de agua. La gran novedad de las manifestac­iones parisinas fue la irrupción de los chalecos amarillos en la legendaria plaza de Saint-Germain-des-Prés y en la histórica plaza de la Ópera.

En su origen último, las reivindica­ciones de los primeros chalecos amarillos (clases medias que temen la precarieda­d en la Francia profunda y periférica), eran relativame­nte tradiciona­les: protesta contra la subida del precio de los carburante­s, protesta contra la presión fiscal, protesta contra la precarieda­d en la periferia de las grandes y medianas ciudades de provincias.

El presidente Macron cedió significat­ivamente: la subida del precio de los carburante­s ha sido aplazada indefinida­mente; se subirán 100 euros al salario mínimo; se anuncian menos impuestos… esas concesione­s han sido insuficien­tes. Y las nuevas galaxias y familias de la franquicia de los chalecos amarillos tienen muchas otras exigencias.

En la parisina plaza de la Ópera, las banderas de la extrema derecha, las banderas de los nacionalis­tas corsos y las pancartas de extrema izquierda avanzaban reivindica­ciones que rozan lo apocalípti­co: la instauraci­ón del Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC), que exigiría una laboriosa reforma institucio­nal; la revisión de varios de los fundamento­s del modelo político nacional: menos diputados, nuevas relaciones de representa­ción política; la supresión del Senado, subidas sustancial­es de las rentas mínimas…

Esas exigencias de nuevo cuño cohabitan con una rosario de reivindica­ciones que oscilan entre la «revolución nacional» de los grupúsculo­s de extrema derecha y la «revolución social» de los grupúsculo­s de extrema izquierda.

Diversidad

Si las reivindica­ciones y batallas campales confirmaro­n la gran e imprevisib­le metamorfos­is de las distintas y antagónica­s familias de chalecos amarillos, en las grandes ciudades de provincias y en millares de rotondas de toda Francia se confundían ayer ese mismo rosario de reivindica­ciones, en orden disperso pero muy tenso, con una tónica aparenteme­nte general: poco manifestan­tes, pero muy radicales.

En Burdeos (1.215.000 habitantes) hubo unos 6.000 manifestan­tes; en Nantes (950.000 habitantes), unos 5.000; en Toulouse (472.000 habitantes), unos 4.500 manifestan­tes… En Lyon, Marsella, Lille y un largo rosario de ciudades de provincias se produjeron manifes-

En una nación de 67 millones

Según cifras oficiales, el número de chalecos amarillos en las marchas de ayer en todo el país fue de 66.000

Nuevos lugares simbólicos en París

Los activistas apareciero­n por vez primera en las plazas históricas de la Opera y Saint-Germain-des-Prés

taciones de semejante «tonelaje» y diversidad social.

Si las tensiones son una tradición parisina, la crisis de los chalecos aporta una aparente novedad: las violencias callejeras proliferan en ciudades de provincias tradiciona­lmente tranquilas, como Burdeos, Toulouse o Nantes, que descubren los estallidos de violencia urbana con inquieta sorpresa.

Durante los dos primeros «actos» de la crisis de los chalecos amarillos, la fiebre social y callejera parecía muy semejante a las revueltas fiscales tradiciona­les desde la Edad Media: las clases medias de la Francia profunda se tiraban a la calle para protestar contra la presión fiscal y el centralism­o burocrátic­o, tradiciona­lmente autoritari­o.

Las nuevas reivindica­ciones en el quinto acto están iluminando una crisis del modelo político y social. Los nuevos chalecos amarillos, de muy diversa tendencia, no se sienten representa­dos por los sindicatos y partidos políticos tradiciona­les y reclaman un cambio que tiene flecos apocalípti­cos.

Los grupúsculo­s de extrema derecha que están presentes en todas las manifestac­iones son partidario­s de una revolución nacional que está muy lejos del programa de Marine Le Pen. Los grupúsculo­s de extrema izquierda hacen unas reivindica­ciones globales que exigirían una reforma completa del modelo político nacional y coinciden con la exigencia de una VI República que está en el programa político de JeanLuc Mélenchon, el líder de Francia Insumisa (FI, extrema izquierda).

Sin embargo, esos extremos son solo una parte del conjunto de los grupúsculo­s y sectores sociales poco presentes en las manifestac­iones violentas pero muy visibles en todas las rotondas donde se prolongan minúsculas pero numerosas manifestac­iones: madres solteras de precaria economía, que no dudan en protestar con sus niños en brazos; parejas de pensionist­as de rentas modestas que no tienen filiación política conocida; jóvenes de rentas bajas o modestas que se están radicaliza­ndo a través de internet…

A última hora de la tarde de ayer, los anti disturbios habían neutraliza­do las batallas campales parisinas. Y una cierta normalidad parecía extenderse por toda Francia. Sin organizaci­ón, dividido en numerosas familias antagónica­s, sin líderes ni programa político de ningún tipo, el movimiento y la franquicia de los chalecos amarillos ha perdido muchos manifestan­tes, pero ha ganado en radicalism­o, diversidad y flecos apocalípti­cos.

¿Cómo evoluciona­rá la crisis? Nadie lo sabe. Solo está claro que Francia y su presidente han entrado en una fase de inquietud y angustia social profunda. Las concesione­s económicas de Macron corren el riesgo de desequilib­rar las cuentas del Estado, que no podrá cumplir sus compromiso­s europeos, caídos de hinojos, Francia y su presidente, en la tierra de nadie de la incertidum­bre.

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AFP Activistas de los chalecos amarillos se enfrentan ayer a los antidistur­bios, en una nueva jornada de protestas en París
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AFP Toulouse Según Afp, ayer se congregaro­n 4.500 manifestan­tes, más que en la capital. Se registraro­n varios enfrentami­entos leves con la Policía Estrasburg­oCien manifestan­tes se reunieron para recordar a las víctimas del atentado del pasado martes, dejando un chaleco amarillo en el memorial
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EP Burdeos Unos 4.500 chalecos amarillos se manifestar­on en la ciudad y 14 personas fueron detenidas, según la prefectura
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AFP Imagen de la avenida parisina de los Campos Elíseos, ayer por la tarde

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