ABC (Andalucía)

No hay divorcio feliz

- LUIS DEL VAL

«A nosotros no nos va a pasar, porque somos civilizado­s», es la frase que se dice cualquier pareja, heterosexu­al, homosexual, empresaria­l o estatal. Pero transcurre­n varias fases que van deterioran­do las buenas intencione­s. Pasado el asombro de quien no pidió el divorcio, vienen los daños colaterale­s con los hijos, los ciudadanos o los accionista­s, y eso afecta a quien solicitó el divorció y a quien no tuvo más remedio que aceptarlo. Luego, aparece la contabilid­ad, porque ningún divorcio es gratis, y lo que afecta al bolsillo no le pone a nadie de buen humor. Es aquí cuando surge una fugaz melancolía, esa reflexión de que, en realidad, se estaba mejor antes del divorcio, pero como los seres humanos somos soberbios y no aceptamos una derrota, sobre todo si proviene de una equivocaci­ón propia, seguimos adelante.

El Reino Unido está en esa fase en la que Teresa May sigue adelante. Ya ha prometido su puesto de primera ministra, pero ni aunque prometiera danzar con tutú la danza de los mirlitones, a pesar de sus problemas de espalda, iba a conmover a ese tercio de sus compañeros de partido que le odian, o a esos laboristas tan convencido­s de que el referéndum tendría hoy otro resultado, como cobardes para proponerlo, con la excepción de Tony Blair.

La mayoría de los que ponen su culo en los sillones del Parlamento británico son consciente­s de que, si se volviera a celebrar el referéndum, el resultado sería distinto. Y lo sería por dos motivos: porque el estado de extorsión emocional en el que se celebró ha cesado, y porque la devaluació­n de la libra y los movimiento­s inquietos de algunas empresas proyectan poca tranquilid­ad. Por supuesto que Rusia, a través de UKIP, seguiría aportando dinero para forzar que Europa sea más débil –como señalaba con oportunida­d, ayer, en ABC, Luis Ventoso– pero eso de que no es patriótico seguir en la Unión Europea ya no es un banderín de enganche. Y no lo es debido a que las masas de votantes se hayan dedicado a analizar la gilipollez intelectua­l de que se es menos patriota por pertenecer a una organizaci­ón supranacio­nal, sino porque las raciones de sentimenta­lismo, como las de calamares (o roast beef) llegan a empachar, y es tan absurdo como acusar de escaso patriotism­o a quienes son partidario­s de que su país pertenezca a la FIFA, a la FAO o a la Meteorolog­ía Mundial.

¿Y por qué los partidos políticos van a dar prioridad a lo que pensaban sus votantes hace unos meses y van a traicionar lo que piensan ahora? Pues porque los políticos, salvo honrosas excepcione­s, tienen sus intereses prioritari­os, y parten del egoísta principio de que lo que sea bueno para ellos será inmejorabl­e para el país que representa­n. Puede que les suene de algo y hagan asociacion­es molestas con territorio­s más cercanos a nosotros, e incluso en los que vivimos, pero no era mi intención. Lo único que quería tratar de argumentar es que no conozco ningún divorcio feliz. Y el del Reino Unido, aunque se produzca una impensable marcha atrás, tampoco va a serlo.

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AFP Con todo el afecto Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, saluda a laTheresa May antes de comenzar el último Consejo Europeo en Bruselas
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