La nueva geopolítica mina la lucha contra el cambio climático
∑ Las exigencias de Brasil encallaron ayer las negociaciones durante todo el día
La Cumbre del Clima de Katowice parecía ayer no acabar nunca. Las grandes dificultades, pautadas por las diferencias del actual escenario geopolítico, complicaron el acuerdo, que ya corría fuera de plazo porque debería haber terminado el viernes. No obstante, los representantes de casi 200 países parecían acercarse a un consenso al cierre de esta edición. En concreto, el punto más avanzado era el establecimiento de unas reglas básicas para poner en marcha del Acuerdo de París, e imprescindibles para que entre en vigor en 2020. Eso sí, el texto seguía marcado por la falta de ambición política para no superar los 1,5ºC de calentamiento global.
El objetivo del Acuerdo de París es limitar la temperatura del planeta por debajo de 2ºC sobre la época preindustrial para evitar los peores efectos del cambio climático. No imponía a los países una cifra concreta de reducción de emisiones, pero les pedía presentar «su mayor esfuerzo». Ahora, en la Cumbre del Clima de Katowice tocaba desarrollar la letra pequeña de ese acuerdo: un marco común para medir, revisar y comparar las aportaciones de cada país en la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero. Y este punto parecía estar cerca de cerrarse ayer.
Sin embargo, en los últimos borradores el texto no plasmaba el acuerdo político suficiente para recoger las llamadas a aumentar la ambición en los recortes de emisiones. En este sentido,
Discrepancias Unos países quieren elevar la ambición de las medidas y, otros, como EE.UU., rebajarlas
era clave que se reconociera el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). Encargado por la ONU, y elaborado por cientos de científicos, el texto concluyó que aún se podía limitar el calentamiento global a 1,5ºC, pero era necesario reducir las emisiones en un 55% en 2030 y, por tanto, elevar los objetivos.
Pero casi desde el principio, la cumbre se dividió en dos bloques muy diferenciados, entre los países que pedían elevar la ambición de las medidas para asegurar que el calentamiento global se limite a 1,5º y los países que preferían referencias más laxas que les permitan mantener sus emisiones de efecto invernadero. Este segundo bloque estuvo liderado por EE.UU. y seguido por los países petroleros, mientras que los países más vulnerables, como los pequeños estados islas, estuvieron reclamando toda la cumbre un lenguaje que dejara clara la urgencia (unos 12 años) que daba ese informe a la lucha contra el cambio climático. Un debate que retrasó las negociaciones en la cumbre y que, al cierre de esta edición, parecía que no plasmaba esa ambición con rotundidad.
Salirse del acuerdo
Pero ayer fue especialmente Brasil, con un nuevo presidente electo que ya ha amenazado con salirse del acuerdo, el que hizo encallar las negociaciones. El punto clave estaba en el conteo de emisiones de los países que forman el acuerdo. El Acuerdo de París acepta un mecanismo por el que aquellos países que de alguna manera contribuyan a eliminar las emisiones de CO2 de la atmósfera, puedan «vender» a otros países créditos si van a sobrepasar sus objetivos de emisiones.
Brasil, con una amplia extensión de selva y por tanto «créditos» extra, quería conseguir, por una parte, vender esos créditos de carbono a otros países, pero que su aportación se cuente tanto al país al que se lo vende, como a sí mismo. Para ello quería evitar un desarrollo claro de un artículo que prohibiría esta práctica. Un punto que le parecía inaceptable a muchos países y que, al cierre de esta edición, parecía que sería pospuesto para otra cumbre.