CONSTRUIR, NO DESTRUIR
a fotografía comenzó a circular a primera hora de la mañana. La furgoneta de una empresa dedicada a la destrucción de documentos estaba aparcada enfrente de dos sedes administrativas de la Junta de Andalucía en Málaga. Verde y con asas, trituradora.
Qué le vamos a hacer, fue que no. Desmenuzaban papeles en otro lugar. No importó. El escaso rigor político de unos y la nula profesionalidad periodística de otros hizo que el asunto corriera como la pólvora ya en sitios públicos, no sólo en chats privados. Parecidas situaciones, aunque con vehículos más descacharrantes, se han dado también ya en otras provincias como Cádiz.
En aras a mantener cierta cordura en este momento de incertidumbre y transición, sería bueno no cometer ciertos excesos. Y eso que pueden ser hasta comprensibles: quienes escudriñan estos días la tela de araña tejida durante años por el poder omnímodo y (hasta ahora) resiliente están a punto de solicitar la baja. No se le arriendan las ganancias, ni regentando una farmacia, a los que tengan que hacer frente a esa tupida y embrollada red mediante la que se han ocultado miles de puestos a dedo de los que quizás algún día lleguemos a saber cuánto cobraban y qué hacían. Si es que hacían algo.
Precisamente por eso se espera mucho del contenido de las propuestas que salgan de la determinante reunión que mañana volverán a mantener las delegaciones de PP y Ciudadanos para formar el Gobierno del cambio. Es lo que han votado los andaluces mayoritariamente y lo que ellos mismos han prometido por activa y pasiva que pretenden emprender. Habremos de confiar en la palabra dada.
La construcción de la nueva era no puede ser un nuevo reparto de papeles tomando como referencia los que con escaso acierto denuncian que están siendo destruidos. Andalucía merece una implosión administrativa que racionalice el desmadre y haga transparente la gestión. En ellos está que sigamos creyendo, como dijimos en las urnas el 2 de diciembre, que es posible.
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