ABC (Andalucía)

Que pida perdón, pero por todo

- HUGHES

Alfred Bosch, conseller de Acción Exterior de la Generalita­t, pidió perdón a México en nombre de España y a la vez, y en extraña trigonomet­ría, ofreció a Cataluña como «actor facilitado­r de diálogo». El nacionalis­mo catalán explota así, no ya su culpa, sino la supuesta culpa de los demás, lo que confirma su aspiración a tener en el exterior la misma barra libre moral que tiene en el interior. Diligente, el ministro Borrell respondió que Bosch carece de «sentido del ridículo».

Quien por vicio o necesidad haya leído en alguna ocasión la Constituci­ón habrá reparado en que su artículo 149 establece como competenci­a del Estado las relaciones internacio­nales. No se entiende, siendo así, qué hace un conseller de Acción Exterior hablando de España en México. La Constituci­ón es a menudo confusa, pero cuando es clara en algo luego llega el Tribunal Constituci­onal y, como sucedió en este caso, lo «arregla».

Siendo legal el organismo, ¿cómo podrían evitar que Bosch vaya al extranjero a decir tonterias contra España como cargo de su Estado? Por lo que dijo Borrell, sólo se puede confiar en su dudoso sentido del ridículo. El problema es que el ridículo no solo lo hace Bosch, el ridículo es más bien general, un «ridículo-país».

Dado que parece inevitable, cabe desear que Bosch extienda su gira a Cuba, donde podría inclinar a la japonesa su penitencia­l cabeza y explicarle­s cómo fue la burguesía catalana, precisamen­te, la más reacia a la autonomía cubana, y seguir con lo que cuenta «Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX)», libro que les recomiendo y que seguro conoce, donde se documenta la participac­ión catalana en el comercio de esclavos. Además de lucrarse con tan poco liberal intercambi­o, disfrutaba­n de los mercados cautivos de las colonias y España, lo que permitiría preguntar, con bastante menos ligereza de la que ellos exhiben, quién funciona como colonia de quién.

Una hipótesis histórica es que ese comercio contribuyó no poco a la acumulació­n de capital para la industria catalana. Otra hipótesis –no del libro, pero no improceden­te– es que si hubieran podido seguir explotando colonias y lo que no son colonias, Bosch a esta hora se estaría dedicando a mercadear con algo más que agravios.

 ?? EFE ?? Saúl Vicente, funcionari­o del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, junto al consejero catalán Alfred Bosch, ayer en Ciudad de México
EFE Saúl Vicente, funcionari­o del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, junto al consejero catalán Alfred Bosch, ayer en Ciudad de México
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