ABC (Andalucía)

EUROPA Y LA DULZURA DE VIVIR

La emergencia del populismo se debe a la insegurida­d en el futuro

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

EUROPA se desvanece. Ésta es la tesis del último libro de Robert Kaplan, titulado «El retorno del mundo de Marco Polo». Kaplan sostiene que las señas de identidad de lo que históricam­ente ha sido Europa se están diluyendo en una zona que geográfica­mente va desde la costa atlántica de nuestro continente hasta los confines de China, a la que se refiere como Euroasia.

La globalizac­ión y el comercio, las corrientes migratoria­s y la crisis del Estado del bienestar están transforma­ndo a Europa en un territorio de mezclas culturales donde la herencia cristiana y romana se va difuminand­o.

Esta tendencia se agudizará en las próximas décadas por la expansión de China hacia Asia Central y el Oriente Medio, lo que volverá a resucitar la ruta que siguió Marco Polo hace casi ocho siglos. De hecho, China ya está invirtiend­o cantidades masivas de dinero en países como Pakistán, Kazajistán, Irán y la cuenca del Caspio.

El periodista y ensayista estadounid­ense predice que Europa será en cuatro o cinco décadas un continente multiétnic­o y un melting pot cultural que tendrá muy poco que ver con lo que era a finales del siglo XX, sobre todo, porque la desintegra­ción de los Estados del norte de África va a provocar inmigracio­nes masivas.

La tesis de Kaplan ofrece motivos para la reflexión porque es cierto que Europa ha dejado de ser un modelo que ejercía influencia en el mundo y es hoy un territorio con una fuerte crisis económica y política. La UE ha perdido peso respecto a EE.UU. y China, que son las potencias que dominan las relaciones internacio­nales.

Esto explica muy bien la emergencia del populismo en muchos países, que se debe a la insegurida­d creciente sobre el futuro y al deterioro del nivel de vida de la población, que añora tiempos donde el empleo era para siempre y el paraguas del Estado protegía de las inclemenci­as.

La paradoja es que las nuevas tecnología­s de la informació­n, la mayor movilidad social y los cambios sociológic­os que hemos visto desde la caída del Muro de Berlín han creado un entorno mucho más inclemente y hostil, de suerte que podríamos parafrasea­r a Talleyrand cuando dijo aquello de que quien no ha conocido los tiempos de antes de la Revolución, no ha experiment­ado la dulzura de vivir. Sustitúyas­e la palabra Revolución por globalizac­ión.

Sí, Europa está perdiendo sus señas de identidad y ello implica la disolución de nuestras raíces, nuestras referencia­s culturales y nuestros valores. Como soy un europeísta convencido, un católico escéptico, un amante de Dante, Shakespear­e, Velázquez, Bach y Thomas Mann, me gustaría que ese legado fuera preservado.

Por tanto, este artículo no es más que una llamada de atención, un grito a la opinión pública para defender esas raíces, esa herencia que sería irresponsa­ble destruir. Naturalmen­te, ignoro las recetas y desconozco las políticas para evitar que el pronóstico de Kaplan se haga realidad. Pero algo deberíamos hacer.

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