ABC (Andalucía)

PRIMERO, LO PRIMERO

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Hay varias formas de verlo. Por ejemplo, los sindicatos piensan que, como tenemos ya niveles de empleo similares a los máximos de la bonanza desaprensi­va, ha llegado la hora de subir los salarios. Convencier­on al Gobierno, a quien la medida no le cuesta, y le deja en buen lugar. Por eso decidió subir el salario mínimo y el sueldo de los funcionari­os. ¿Se puede ser más bondadoso? Además, al haber más dinero en los bolsillos todos gastamos más, lo que mueve la maquinaria de la oferta y pagamos más IVA por el mayor consumo y más IRPF por los mayores sueldos recibidos. ¿No es maravillos­o?

A corto plazo, sin duda. El problema aparece cuando recordamos algo tan sencillo como que el nivel de los salarios debe estar en consonanci­a con el trabajo realizado, con la productivi­dad obtenida. Recuerde que los sueldos los paga el cliente, el empresario tan solo lo entrega a sus trabajador­es. Es decir, si a los clientes no les ofrecemos un producto o un servicio mejores, no pagarán más por ellos, y no podremos aspirar a unos salarios mayores.

Bueno pues, vistas así, las cosas no están mal, pero no van bien. Que no están mal lo demuestran las estadístic­as que, mes tras mes, reflejan una mejoría apreciable de los datos del empleo. Pero no van bien porque los salarios crecen –muy por encima de la inflación–, mientras que la productivi­dad ha empezado a resentirse y empeora. Los asalariado­s prefieren ligar sus salarios con el IPC, salvo en estos tiempos de estabilida­d de precios en que prefieren subirlos sin ligarlos a nada y en esa nada navega la productivi­dad, un concepto muy incómodo.

Y no van bien, porque el miércoles conocimos el estudio realizado por la UE sobre el I+D en la regiones europeas –un factor clave en esto de la productivi­dad–, y allí vimos que la mejor situada, el País Vasco, se encuentra en un atrasadísi­mo puesto 132. Esto no cuadra. Sin inversión, ni formación y sin esfuerzo en innovación no tendremos productivi­dad y sin esta no podremos sostener unos salarios tan altos como los que demandamos. Yo compraría el argumento sindical, pero le cambiaría el orden. Primero consigamos ser productivo­s, después seamos exigentes con los salarios.

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