ABC (Andalucía)

Ahogados por un metro eterno

Son las últimas víctimas de las obras del metro de Málaga, que por la lentitud de unos trabajos que duran ya más de una década ha arrasado un buen número de negocios

- J.J. MADUEÑO MÁLAGA

Entre las mesas de una terraza de la Alameda, cerca de calle Larios, un grupo de operarios levanta una señal. Usan un radial para cortar las sujeciones al suelo y una grúa para izarla y sacarla del lugar. El tiempo que están trabajado este puesto de venta de «kebabs» tiene inutilizad­a esta terraza, en la que ya es complicado que se siente gente al estar junto a un lugar en obras. Al lado una señora encarga un ramo de flores a Mercedes Muñoz, que regenta uno de los pocos puestos de flores que sobreviven en esta zona levantada entre camiones, zanjas y hormigón.

En la Alameda de Málaga hace cuatro años había 17 floristerí­as. Ocupaban el centro de la calle, eran una explosión de color y aromas en medio del tráfico. Ahora a duras penas sobreviven siete de esos quioscos, que son reubicados constantem­ente. «Sólo desde noviembre me han recolocado cuatro veces», explica Mercedes Muñoz. Es una de las comerciant­es ahogada por unos trabajos que les dejaron aislados, sin clientes y que les provocan problemas de salud al ver que se dirigen a una ruina sin remedio. «Compro flores, pago el puesto y sus impuestos, pero no vendo. Además, surgen las discusione­s con los compañeros por las

ubicacione­s. Esto no es vida», lamenta Muñoz.

Muchos se marchan entre protestas, cansados de poner dinero a negocios en los que no entra la clientela, en ocasiones, porque no tienen acceso. Más de 60.000 euros de sus ahorros ha puesto para mantener el negocio a flote en este tiempo Rafael Azuaga, lotero «al límite» en plena Alameda.

«Estoy vendiendo un 12 por ciento de lo hacía antes de las obras», señala Azuaga, que relata el caso de la peluquería de su yerno, cerrada en el local contiguo, y dice que si no se acaban pronto será la primera administra­ción de lotería que cierre en el centro de una gran ciudad.

Las cuentas no salen. «Me tienen arruinada con una bajada de hasta el 90 por ciento de las ventas», explica Pilar Cruzado, que regenta un quiosco de prensa familiar con 70 años de historia en esta parte del centro. Según José Ferrer, uno de los representa­ntes de los comerciant­es y con varias copistería­s en la zona, la zona se podría recuperar si se abre la Alameda antes de final de año. El recuento dice que en los últimos cuatro años han caído un 40 por ciento de los negocios instalados, que en muchos casos se han mudado a otras zonas.

Hasta la fecha hay un mínimo de 17 negocios cerrados. De estos, se han marchado a otro lugar ocho y el resto se han perdido. Se debe sumar también los que no llegaron a abrir, de los que hay, al menos, constancia de dos que vieron la situación que se avecinaba y con el local alquilado decidieron no levantar la persiana.

Cicatriz

Cruzado desconfía: «cuesta trabajo creer que ahora se vayan a cumplir los plazos». Sin embargo, el cambio de gobierno ha imprimido un nuevo ritmo. Se trabaja 24 horas al día y siete días a la semana con tal de tapar esa cicatriz de una década. La consejera de Fomento, Marifrán Carazo, no se atrevió este miércoles a dar una fecha definitiva sobre la llegada de la infraestru­ctura al centro, pero sí apuntó que puede ser antes de lo inicialmen­te previsto.

Un oasis de esperanza para quienes aún resisten numantinam­ente con la persiana alzada. Que lo están pasando realmente mal. «No nos han ayudado nada. Pagamos lo mismo, no nos auxilian con los impuestos ni el pago de autónomos», señala Cruzado, quien explica que los que se van lo hacen en la ruina y que las protestas no sirven para remediar la situación.

Ahora, Junta y Consistori­o han puesto en marcha la campaña «Abierto por Obras, la Alameda más viva que nunca»» para promociona­r el comercio de la zona. Se ha hecho de manera coincident­e con la apertura, al fin, de un pasillo peatonal en el tablero norte del puente de Tetuán, que ya ha sido reconstrui­do. Ahora será un poco más fácil acceder a estos establecim­ientos. Pero mara muchos es tarde. «Ojalá nos hubiesen cuidado a nosotros con tanto mimo como a los árboles», lamenta la quiosquera.

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