ABC (Andalucía)

Un jardín de Roma y una callejuela de Delft

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con los préstamos: 17 lienzos, incluyendo obras maestras de Rembrandt –este año se conmemora el 350 aniversari­o de su muerte– y de Vermeer. De la colección del Prado viajarán a Holanda en otoño 14 obras.

Si paseamos por la exposición (que reúne 11 Velázquez, 6 Rembrandt y 2 Vermeer) y admiramos las 72 obras que cuelgan en ella, sin acercarnos a las cartelas, ¿seríamos capaces de decir cuáles son holandesas y cuáles españolas? Les proponemos el reto. Difícil saberlo. Tampoco importa. Y es que, como advierte el comisario, son muchas las similitude­s entre ambas escuelas, que beben tanto de la pintura italiana (Caravaggio y los maestros venecianos), como de la flamenca. En primer lugar, comparten gusto por el realismo. Se alejan del idealismo renacentis­ta con figuras humanizada­s: filósofos, dioses y santos bajan a la tierra retratados como mendigos. Hay un interés común por los interiores domésticos y los objetos cotidianos, por los bodegones sobrios y austeros, por el uso del negro (el color con el que Felipe II tiñó la Corte) y la moda (una galería de caballeros que lucen lechuguill­as, golas, golillas...)

Similitude­s no solo en lo que se pinta sino en cómo se pinta. O sea, la técnica: pincelada suelta, aspecto abocetado, algunos dejan a la vista la marca de los pinceles y la espátula... Si nos acercamos mucho, sin que piten los sensores de seguridad, advertirem­os esa materialid­ad en el «Marte» que Velázquez retrató a medio vestir tras una noche de pasión con Venus. Y en la sensual «Mujer bañándose en un arroyo» de Rembrandt, que cuelga a su lado, excepciona­l préstamo de la National Gallery de Londres. Costó convencer a su director, Gabriele Finaldi, para que se desprendie­se de ella. Estas novedades pictóricas No hay constancia de que Velázquez y Vermeer se conocieran, ni siquiera de que uno viera las obras del otro. Pero resulta curiosa la similitud entre algunas de ellas. Hace unos años lucieron juntos en el Prado «Las Meninas» y «El arte de la pintura». También hay semejanzas entre «El aguador de Sevilla» y «La lechera», entre «La encajera», del español, y «La costurera», del holandés. Al final de esta muestra se exhibe la «Vista del jardín de Villa Medici en Roma», de Velázquez (izquierda), al lado de «La callejuela», de Vermeer (derecha). Su tamaño es muy similar. «Ambos muestran edificacio­nes de muros desgastado­s (una en Roma y otra en Delft) y figuras anónimas, ocupadas en quehaceres cotidianos. En las dos escenas los volúmenes de los edificios contienen una sutil trama de líneas verticales y horizontal­es, curvas y rectas. Las gamas de colores son tan hermosas como discretas. Cuando las formas se contemplan de cerca se confunden con las huellas de los pinceles y espátulas con los que se crearon», dice el comisario. Hay en ambas «una evocación del aire y la luz, transmiten una sensación de sosiego. Da la impresión de que nos ofrecen algo fugitivo, un instante que la pintura permite detener en el tiempo». se atribuyen a Tiziano. Fue El Greco quien las trajo a España y Hals el primero que las usó en Holanda.

Cuadros de maestros holandeses y españoles cuelgan por parejas: Ribera/Ter Brugghen (ambos coincidier­on en Roma), El Greco/Fabritius (pintor del célebre «Jilguero» que inmortaliz­ó Donna Tartt en una novela convertida en un best seller), Velázquez/Hals (decía Van Gogh que Frans Hals es un colorista entre los coloristas, como Veronés, Rubens, Delacroix y Velázquez), Zurbarán/Saenredam (el «Cordero con las patas atadas» del primero, junto a un interior de una iglesia del segundo), Claesz/Ramírez, Murillo/Jan Steen...

Entre los Rembrandt presentes en la

Alejandro Vergara, comisario También hay diferencia­s

Sí hubo algunos contactos directos entre españoles y holandeses en el XVII: Gerard ter Borch trabajó para el conde de Peñaranda, Murillo conoció obras holandesas gracias a comerciant­es de ese país que vivían en Sevilla y se hallaban entre sus clientes, y Felipe IV encargó la decoración del Palacio del Buen Retiro a un grupo de artistas, entre ellos tres holandeses: Van Swanevelt, Asselijn y Both. No niega el comisario que también hay diferencia­s entre las pinturas española y holandesa del Siglo de Oro, «pero han sido muy exageradas. No somos iguales, pero tampoco tan diferentes». Así, en España se hizo más pintura religiosa que en Holanda. La Iglesia se hallaba entre sus principale­s clientes. También, la Corte y la aristocrac­ia. En los Países Bajos, en cambio, el poder estaba en manos de los comerciant­es. Los cuadros son de menor tamaño (estaban destinados al ámbito doméstico) y hay más pintura de género y de paisajes que en España.

Un pequeño apartado de la exposición está dedicado al uso del arte como propaganda en ambos países, que también lo hubo. Dos enemigos irreconcil­iables comparten pared: Felipe II, retratado por Antonio Moro, y Guillermo de Orange, por Adriaen Thomasz. Key. También se exhibe «El Sitio de Breda», aguafuerte de Jacquez Callot en el que se inspiró Velázquez para su celebérrim­a «Rendición de Breda», que no se ha incluido en la muestra. Tampoco está «La Ronda de Noche» (no viaja), el impresiona­nte lienzo de Rembrandt, que se restaurará en julio en el Rijksmuseu­m a vista del público. En él, el pintor inmortaliz­a a un grupo de milicianos que defienden la ciudad con orgullo patrio.

Con esta exposición, advierte Miguel Falomir, director del Prado, el museo «mitiga uno de los déficits crónicos de su colección: la pintura holandesa. Esta exposición supone un encendido manifiesto de la cultura europea». Dicho esto, la colección de la pinacoteca sigue distribuid­a por escuelas nacionales, algo que quiere corregir Falomir en el futuro: no habrá fronteras tan rígidas.

«El nacionalis­mo, que es muy poderoso, ha contaminad­o el relato de la Historia del Arte» Don Felipe inaugurará la exposición El lunes, el Rey inaugurará la muestra, que abre sus puertas del 25 de junio al 29 de septiembre

Crítica de la exposición, hoy en ABC Cultural

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RIJKSMUSEU­M, ÁMSTERDAM

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