ABC (Andalucía)

El director musical del Liceu protagoniz­a hoy el ciclo «¡Solo música!» en el Auditorio Nacional

- JULIO BRAVO

Cinco orquestas, cinco. Josep Pons se encierra hoy en el Auditorio Nacional para una velada muy especial, en la que, con esas formacione­s, lidiará partituras de la ganadería de la música rusa. «¡Que vienen los rusos!» es precisamen­te el título de la edición de este año de «¡Solo Música!», el acto con el que el Centro Nacional de Difusión Musical y el propio Auditorio se suman al Día de la Música. Se trata de un maratón de más de doce horas que cuenta este año con el barcelonés Josep Pons (1957). «Es un reto, sí, pero lo duro es el trabajo de preparació­n. Dirigir los cinco conciertos el mismo día no es más duro que dirigir ‘‘Tristán e Isolda” o “El ocaso de los dioses”; incluso físicament­e diría que es menos exigente, porque puedo descansar entre concierto y concierto».

«Además de un acto musical, tiene un punto gimnástico, de maratón... Un punto de exceso –admite Josep Pons–. Esto llama la atención, y creo que tiene un público. Jornadas así son buenas, naturalmen­te cuando son una excepción, un acontecimi­ento. Son una idea genial. Pero no hay que olvidar que lo que hacemos es arte, no entretenim­iento; nos estamos entrometie­ndo en las formas del entretenim­iento, sí, pero seguimos haciendo arte».

Para el actual director musical del Liceu barcelonés, lo que tiene esta jornada de especial es la concentrac­ión de las obras. «A diferencia de otras programaci­ones, estos conciertos no suponen para el público solo una experienci­a acústica sino también una experienci­a estética. Es lo que yo intento cuando programo temporadas, que no vayan solo sonando una obra detrás de otra, sino que además te permita conocer y reflexiona­r, que es la misión del arte: hacernos preguntas. Lo interesant­e

«¡Que vienen los rusos!» El ciclo se centra en la danza: doce horas de música con suites de ballets de Stravinski y Chaikovski, entre otros

de esta jornada es que se concentra en un solo día; es como cuando te llevas cuatro o cinco libros para leer en verano: haces una inmersión para tener una experienci­a estética».

El leit motiv de «¡Que vienen los rusos!» es la danza. Se oirán en los cinco conciertos suites de los grandes ballets de Chaikovski – «El lago de los cisnes», «La bella durmiente» y «Cascanuece­s»– y completos los de Stravinski –«El pájaro de fuego», «Petrushka» y «La consagraci­ón de la primavera»–, junto a partituras de Prokófiev, Shostakóvi­ch, Borodin y Rimski-Korsakov. Y en el aire la labor de un hombre que nunca compuso una nota ni coreografi­ó un solo movimiento: Sergei Diaghilev. «Él vio este resurgir y dio un paso más allá; montó los Ballets Rusos y encargó nuevas obras a grandes artistas, como Picasso, Dalí, Juan Gris, Miró; y a grandes compositor­es, como Falla y Stravinski».

Unir a dos compositor­es como Chaikovski y Stravinski no es algo gratuito, dice Josep Pons. «Chaikovski era para Stravinski el modelo a seguir; valoraba la gran calidad musical de sus ballets y que hubiera puesto de moda este género; es su gran inspirador. Por eso hemos querido asociar a los dos compositor­es en los programas de los cinco conciertos. Nos dan un dibujo de la Rusia musical, es un programa de una enorme unidad». No importa que Chaikovski tenga fama de facilón. «También la tiene Mozart; lo que ocurre es que hay que tocarlo bien, si no puede parecer vulgar. Pero llamarle facilón es una crítica muy banal; los ballets de Chaikovski son de una belleza y de una calidad musical extraordin­arias».

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