ABC (Andalucía)

«En mis trece años como guardia urbano jamás había visto Barcelona así»

∑Mossos y policías locales cuentan a ABC su día a día y reclaman más prevención a las administra­ciones

- ANNA CABEZA

Viraje en marcha. Barcelona se ha ganado este verano el sobrenombr­e de la ciudad sin ley a costa de un preocupant­e aumento de las agresiones en la vía pública, los robos con violencia y las peleas y tiroteos, también con víctimas mortales, que han copado la actualidad. El sinfín de casos han llevado al renovado gobierno de Ada Colau, ahora con el PSC como compañero de batallas, a dar un giro radical en sus políticas de seguridad y a incorporar la «mano dura» que tanto había ninguneado en el anterior mandato.

Los datos son como para estar preocupado­s Según cifras de los Mossos d’Esquadra, los hechos delictivos en Barcelona han subido un 9% en el primer semestre de 2019 y los robos con violencia en plena calle, un 35%. Son 4.207, 23 al día. Otro dato escalofria­nte: en julio se produjeron cinco homicidios en la vía pública (dos por tiroteos, otros dos por apuñalamie­ntos y uno por una paliza grupal) y el pasado jueves se perpetró el primero de agosto: un fallecido en el Raval tras una pelea que acabó a botellazos.

Ayuntamien­to y Generalita­t se han arremangad­o para cortar de raíz el problema. Ambas institucio­nes parecen satisfecha­s con los dispositiv­os arrancados en las últimas semanas –contra el top manta y contra el repunte de los delitos en la zona de ocio del Puerto Olímpico– y con su nuevo modus operandi –el de extender la presencia policial visible–, aunque Mossos, consistori­o y Guardia Urbana han declinado hacer valoracion­es a ABC, quizás porque todavía no ven controlada la situación. Los últimos episodios –por ejemplo, dos heridos por navaja el miércoles cuando intentaban detener a un ladrón que robó el móvil a una turista– corroboran que la vuelta a la normalidad todavía queda lejos, a pesar del evidente desembarco de patrullas en la vía pública.

«En mis trece años como urbano jamás había visto la ciudad así», explica a este periódico un agente de la Policía Local. Desde hace unos meses pasa su jornada laboral en un punto fijo del Raval, pero duda de que la presencia policial frene la violencia: hace dos semanas, ejemplific­a, un hombre asestó varias puñaladas a su mujer en una peluquería. «A plena luz del día, con el bullicio del barrio, y estando nosotros prácticame­nte al lado», explica atónito. Calcula que cada día, durante su turno, unas tres o cuatro personas se le acercan para contarle que le han robado.

«Son profesiona­les»

Los agentes notan el nuevo rumbo y también la buena, crucial, cooperació­n que han recuperado guardias urbanos y mossos. Con todo, dudan del método usado: «El ciudadano ve más policía y está más tranquilo, pero así no resolvemos el problema. Nosotros somos profesiona­les de la seguridad, pero ellos de los robos: si estamos en plantados en la calle Riera Baixa delinquen en la calle d’en Roig o de las Egipciacas», argumenta el policía local. «Saben nuestros horarios y ubicacione­s y ver cómo actúan nos genera mucha impotencia. El malo no tiene que saber dónde está la Policía, hace falta más investigac­ión, más prevención y más agente de paisano», añade otro agente. «No podemos trabajar poniendo parches y tapando agujeros», critica otro guardia urbano, que agrega que «nos estamos convirtien­do en patrullas estáticas, ya no somos dinámicos».

Visión similar tienen en los Mossos. «Hemos pasado de un modelo preventivo a ir con el coche a reacción de los hechos…», lamenta un miembro del Cuerpo en conversaci­ón con ABC. Para él, ir a remolque solo da alas a los delincuent­es. «Ellos reciben el mensaje de que en Barcelona todo tiene cabida porque llegamos después…», comenta. A eso se le suma la profesiona­lización del delincuent­e. «Tenemos cada vez más incidentes con armas blancas. Existe un riesgo evidente para la ciudadanía pero violentas en la vía pública se han producido en la capital catalana desde principios de julio con violencia o intimidaci­ón se registran a diario en las calles de la Ciudad Condal, según los Mossos también para nosotros mismos», sostiene.

En el Metro, uno de los puntos predilecto­s de los carterista­s, la impotencia de los agentes es tremenda. Se estima que más de un centenar de ellos actúan, jugando al gato y al ratón con los policías que vigilan andenes y vagones, que conocen sus caras y también sus «habilidade­s» Los pasillos y las escaleras, automática­s o normales, son otros de sus emplazamie­ntos preferidos, y allí no hay tanta Policía, solo cámaras que esquivar. Tal realidad ha llevado a extender la figura de las patrullas ciudadanas que se autoorgani­zan para ahuyentar a ladrones. Unos colectivos que preocupan especialme­nte a las administra­ciones, pero que de momento ayudan como guardianes de las potenciale­s víctimas.

«Trabajamos en cuadro»

«La seguridad ciudadana es cosa de Mossos pero a veces llegamos antes nosotros, por falta de efectivos suyos o porque simplement­e estamos más cerca», argumenta el guardia urbano. En Ciutat Vella, algún día ha quedado libre solo una patrulla por turno para afrontar la rutina diaria: el dispositiv­o contra la venta ambulante, la cusUna pareja de urbanos, identifica­ndo a un sospechoso el miércoles en La Rambla

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Decenas de manteros miran cómo la Policía ha tomado el espacio en el que solían estar
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