Alioli en Waterloo
Que el movimiento «indepe» en Cataluña está sufriendo una pájara es tan evidente que hasta las encuestas de la Generalitat de Torra detectan un apreciable descenso en las filas de la banda del lazo, una especie de desistimiento por goteo, aturdida quizás la tropa por la ausencia de un líder reconocible que supere la fractura entre las distintas familias del movimiento que se pelean por el liderazgo de esta derrota y por ese nuevo «separatismo de boquilla», de amagar y amagar y no dar un paso al frente, en que se ha convertido la causa desde que los cabecillas del 1-O rinden cuentas ante el juez Marchena. Mucho lirili y poco lerele...
Valga como prueba de este aparente crepúsculo en que ha quedado aquella foto de la paella indepentista en la casa de Rahola de la Costa Brava, de la que ahora se cumplen tres años, con su Trapero (por entonces jefe policial, hoy en el banquillo) a la guitarra, su Puigdemont en bermudas, su Laporta chispeante leyendo la letra de «Let it be» en el móvil, sus bisuteros plantígrados dándolo todo por la causa de la estelada y una veintena más de representantes de «las fuerzas vivas del soberanismo» haciendo el coro al entonces presidente catalán cuando se arrancaba por Serrat con «Palabras de amor».
Tres años después, aquella simpática «colla de la paella» de Cadaqués se ha mudado a Waterloo y ha quedado casi en nada: apenas cuatro gatos y la mitad de ellos en busca y captura, entre ellos el rapero Valtònyc, el que celebraba los asesinatos de ETA y los
Grapo en sus letras (mil muertos) según dictaminó la Justicia. Para completar el cartel, un diputado proetarra de Bildu... y ya estamos todos.
Dicen que en la micro-cuchipanda, además de sustituir a Trapero a la guitarra, Puigdemont se encargó de ligar el alioli, la «salsa nacional catalana». Para eso ha quedado la criatura. En la imagen principal, los participantes en la comida estival montada por Puigdemont en Waterloo. Sobre estas líneas, la organizada hace tres años en Cadaqués