ABC (Andalucía)

MIRA QUE ERES GORDA

Escudriñar ahora el machismo de canciones y películas clásicas es otro tipo de memoria histórica con la que darnos lecciones

- ROSA BELMONTE

YA sólo escucho a Emilio el Moro y Juanito Valderrama. Y a Aute: «Una de dos, o me llevo a esa mujer o te la cambio por dos de quince, si puede ser». También veo El hombre tranquilo y Siete novias para siete hermanos. Letras donde se rían de las mujeres. Películas donde las arrastren o las secuestren. Qué hartura. Sólo faltaba el ministro Guirao con la bobada de C. Tangana. Critica la cancelació­n de conciertos por ideología aunque admite que con C. Tangana tiene dudas por «el tema de género». Género. ¡Bingo! Que si llega a ser ministra Estrella Morente también iría por ese carril. Que no incluyó Falsa moneda en su último disco, aunque la grabó, porque lo de «que de mano en mano va» le pareció ofensivo para la mujer.

Hace poco leí un artículo sobre lo machista que es Siete novias para siete hermanos. Amárrame los pavos. Y la Biblia, no te digo. Sara Montiel en sus últimos años tuvo que dejar de cantar Es mi hombre porque había quien le daba la tabarra («Si me pega me da igual, es natural»). Françoise Giroud, feminista avant la lettre, aunque Simone Veil creyera que le importaba un pito la causa de las mujeres, dijo cosas curiosas a Ira de Furstenber­g en Bella a cualquier edad (un libro también curioso). Giroud, que fue secretaria de Estado sobre la condición femenina con Giscard, entendía a una mujer que permanece junto a un hombre que le pega

ocho veces al día si ella lo quiere. Pero no entendía que lo hiciera si no podía pagar el alquiler. No poder pagar el alquiler es importante. Escudriñar ahora el machismo de canciones y películas clásicas es una manera como cualquier otra de pasar el rato. Como hacer catedrales con palillos. O no. Es algo importante. El problema es que se ha convertido en otro tipo de memoria histórica con la que darnos lecciones. Qué más darán ahora los Rolling Stones (aunque sigan), los Beatles o las peleas en broma de Juanito Valderrama y Dolores Abril: «No es hombre ni bien nacío el que ofende a una mujer. No es hombre ni bien nacío si no le da su querer y luego la tira al río con una piedra en los pies».

Por eso pienso reivindica­r a Emilio el Moro. Sus canciones parodia. Sus vuelcos al idioma español. Como contracult­ura y por dar el follón. Cantar Mira que eres gorda («las facturas de modista fueron siempre un dineral, pues como estaba tan gorda tuvo que pagar mil duros para hacerse un delantal»). Pero se reía de todo, también de sí mismo. Su versión de La vida sigue igual: «Siempre hay por qué morir, por qué gritar. Nunca hay un albañil pa repellar. Al final, las obras quedan, el tío se va. Otros que vengan la continuará­n. Mi casa sigue igual». Emilio el Moro era un maestro del idioma, como podía serlo Tono, renovador del lenguaje y dinamitado­r de tópicos. Hay hallazgos suyos que me recuerdan incluso a MFK Fisher cuando escribía que en Dijon se le colaba el aroma del pan de jengibre de un horno cercano, un aroma pesado «como una cortina de felpa». Emilio el Moro hablaba de «solomillos como alfombras de convento». Y de «bocadillos como almohadas». Esto se parece más al «axilas como cálices» de Elizabeth Smart en En Grand Central Station me senté y lloré (Periférica).

A veces la parodia era difícil porque el original ya era fuerte. El original de Juanito Valderrama: «Me voy a hacer un rosario con tus dientes de marfil...». La parodia de Emilio el Moro: «Tengo que hacer un cepillo con pelo de jabalí, pa que te laves los dientes con gaseosa y con Flit». ¿Por qué no cantas en serio?, le preguntaro­n una vez. «Pero si cuando canto nunca me río».

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