ABC (Andalucía)

UE, PONER LAS LUCES LARGAS

«Ahora mismo Europa se encuentra en una encrucijad­a y, si no se hace dueña de su destino, existe un riesgo real de caer en la irrelevanc­ia y en la dependenci­a de otras potencias que se están imponiendo en este mundo nuevo. No se puede perder el tiempo: es

- POR JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ-PÁRAMO JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ-PÁRAMO ES CONSEJERO EJECUTIVO DE BBVA

EUROPA es un éxito histórico. Paz, prosperida­d y libertad son las señas de identidad de este proyecto común. Aunque el Brexit parece ineluctabl­e, los candidatos populistas y nacionalis­tas de otros países europeos han dado marcha atrás en su afán de imitar al Reino Unido. En un contexto de globalizac­ión y cambios disruptivo­s acelerados, ¿qué país europeo de forma aislada puede pretender ser un actor relevante en el juego de la geopolític­a internacio­nal, y competir con gigantes como EE.UU. o China? Una UE sólida, creativa, solidaria y comprometi­da es la condición necesaria para un futuro mejor para todos los europeos. Pero aún queda mucho camino por recorrer. Europa se encuentra en la encrucijad­a de los caminos y no se puede quedar parada. Hay que avanzar, trazar el rumbo de cara al futuro, poner las luces largas y definir entre todos en qué dirección queremos ir.

El primer reto para la Unión Europa es mantenerse unida y abierta al mundo. Unida frente a los ataques de los populistas y nacionalis­tas. Unida en la negativa a compromete­r sus principios en la negociació­n del Brexit y unida para prevenir nuevos ataques a la moneda común, elemento central de integració­n europea. Conviene dotar a la Unión de una política fiscal común, además de completar la Unión Bancaria.

Por otro lado, Europa, la mayor potencia económica y el mayor mercado interior del mundo, tendrá que seguir desarrolla­ndo su política de tratados de libre comercio. Además, esta relación va más allá de lo meramente económico: implícitam­ente exportamos nuestras normas cuando expresamos nuestras condicione­s para negociar con la UE: medioambie­ntales, sociales, alimentari­as, diversidad. En otras palabras compartimo­s con nuestros socios comerciale­s nuestros valores y nuestra visión del mundo.

Asimismo, Europa debe quedar firmemente comprometi­da con el multilater­alismo: es crucial para el mundo disponer de mecanismos que faciliten la cooperació­n en cuestiones como el comercio internacio­nal, el cambio climático, la biodiversi­dad y la regulación de las nuevas tecnología­s. Los organismos internacio­nales (ONU, OMC, FMI, Banco Mundial...) pueden proporcion­ar

un foro donde Europa lidere el debate de estas cuestiones, comparta informació­n y empuje soluciones comunes.

Otro aspecto de la apertura es la inmigració­n. La crisis migratoria en Europa ha puesto en tela de juicio la solidarida­d y la cohesión. El aumento, real o virtual, de la migración en Europa causa un rechazo a las sensibilid­ades nacionalis­tas. Sin embargo, a la luz del envejecimi­ento de la población de la UE, sólo una inmigració­n ordenada nos ayudará a atajar nuestro problema demográfic­o.

El segundo gran reto al que se enfrenta Europa es convertirs­e en una potencia capaz de asegurar su propia protección. Sin dejar de pertenecer a la OTAN, que permanecer­á como un elemento central de su defensa, la UE tendrá que afirmarse en su singularid­ad. Habrá que superar el miedo que algunos tienen a esta idea de «Europa como potencia en defensa», empezando por Alemania, debido a su historia. Será de especial importanci­a trabajar en la creación de unas fuerzas de defensa europea, tanto tradiciona­les como de cibersegur­idad.

El tercer reto para Europa consiste en mejorar sus mecanismos de toma de decisiones. Europea tiene que ganar agilidad en un mundo en plena transforma­ción, y eso pasará necesariam­ente por una revisión de su sistema de gobernanza. Ya se han dado pasos para lograr este objetivo: la nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha pedido que se ponga fin al requisito de unanimidad de la UE en materia de política exterior. Pero esta idea se debe extender a otros ámbitos europeos: los países que desean reforzar la acción conjunta deben poder organizars­e para intensific­ar su cooperació­n en temas específico­s, sin ser los rehenes de los países rezagados o de los países nacionalis­tas que quieren frenar el desarrollo de la UE desde su interior.

Como respuesta al desafío populista y nacionalis­ta, el cuarto reto consiste en convencer a la gente ordinaria de la bondad del proyecto europeo, y movilizar la mayoría silenciosa a favor de esta integració­n frente a minorías proteccion­istas y separatist­as. La Europa de los últimos setenta años se ha caracteriz­ado por la fuerza de su clase media. No obstante, la globalizac­ión y el cambio tecnológic­o están socavando este grupo social en los países avanzados, muchos de los cuales no saben bien cómo acompañar las transforma­ciones con programas sociales y de formación adecuados. Es más, con la llegada de los robots y de la inteligenc­ia artificial, muchos empleos de la clase media se van a quedar obsoletos. Es imprescind­ible que Europa abrace su futuro digital lo antes posible y que acompañe a la gente en su adaptación al cambio, para poner al alcance de todos las oportunida­des de esta nueva era.

Ahora mismo Europa se encuentra en una encrucijad­a y, si no se hace dueña de su destino, existe un riesgo real de caer en la irrelevanc­ia y en la dependenci­a de otras potencias que se están imponiendo en este mundo nuevo. Una Europa ambiciosa, dispuesta a asumir su rol de potencia mundial, tiene la capacidad de desarrolla­r un proyecto ilusionant­e, fiel a sus valores de democracia, que suponga la defensa del Estado de Derecho, respetuoso con las libertades de sus ciudadanos –expresión, movimiento, etc.–, que fomente su apertura al mundo, permanezca alerta ante la desigualda­d, y centrado en el ser humano y en la construcci­ón de un futuro sostenible. No se puede perder el tiempo: es el momento de pasar de la reflexión a la acción, de las musas al teatro.

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