Un camino sin retorno
Una viajera intenta facturar su maleta en el aeropuerto de Hong Kong, tomado por los manifestantes La revuelta de Hong Kong pone en jaque el control del autocrático régimen de Pekín que, por el momento, no es capaz de abortar las protestas que hace ya más de dos meses estallaron contra la propuesta de la ley de extradición, dada por «muerta» por las autoridades locales pero cuya represión ha provocado una escalada de tensión. Las pacíficas reivindicaciones iniciales, con paraguas amarillos como símbolo de insatisfacción, han evolucionado transformándose en enfrentamientos y en acciones más «audaces», como la toma del aeropuerto internacional.
La violencia de los choques entre la Policía y los manifestantes aumenta exponencialmente, internacionalizando el problema. Ayer se volvieron a cancelar todos sus vuelos de salida tras los asaltos a las terminales del aeródromo hongkonés. Lo que parece ya un camino sin retorno enfrenta a miles de ciudadanos de la excolonia británica con un régimen chino que ya habla de terrorismo y amenaza con aplastar las protestas con una potente respuesta militar. El país de los dos sistemas entra en una fase desconocida y decisiva para el futuro de Hong Kong, que se enfrenta ahora a su peor crisis política en décadas.