Errejón culpa a Iglesias del fracaso del «bloque progresista» en 2016
Asegura que «hay Más País para rato» y está satisfecho con este primer año de la marca
El líder de Más País, Íñigo Errejón, ha lanzado para acabar el año un último dardo al vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos. Siempre crítico con la dirección de su expartido, el cofundador de Podemos expresaba ayer en una entrevista en Servimedia que si el «bloque progresista» no funcionó en 2016, fue por el afán de «sorpasso» al PSOE de Pablo Iglesias.
Errejón recuerda además que él «siempre» defendió un acuerdo con los socialistas. «Mi posición sobre lo que hubo que hacer entonces siempre fue clara▶ había que llegar a un acuerdo de gobierno con el PSOE –explica el líder de Más País–. Cuando la defendí entonces, eso tenía que ver con ser demasiado institucionalista, con ponerse chaqueta, con pisar demasiada moqueta o con ser blando».
También sugiere que, de haberse producido, el peso de Podemos en el Gobierno hubiera sido mayor. Hoy Unidas Podemos tiene 35 diputados y el PSOE, 120. «La mayoría, en todo caso, hoy es un poco peor; el peso relativo de cada cual, los resultados son bien diferentes y los pesos electorales son bien diferentes», sostiene Errejón. En aquel momento, el PSOE tenía 85 escaños; Unidas Podemos (UP), 71 y Vox ninguno.
Por otro lado, contradice así a Podemos en que si no se produjo la coalición de Gobierno aquel año, nada tiene que ver con las historias de grandes poderes económicos y ocultos que maniobraron para impedirlo, como suelen esgrimir los dirigentes morados, sino que fue culpa de las ínfulas del secretario general y hoy vicepresidente. Embriagado por las encuestas creyó poder convertirse en la primera fuerza de la izquierda en España. Y no fue así.
«Se han perdido cinco años por el camino, con cosas como el “sorpasso”.
Yo lo defendí siempre muy claro; entonces era fatal defenderlo y ahora parece que todo el mundo está de acuerdo. Con las ideas a veces pasa eso».
El líder de Más País abandonó Podemos en enero de 2019 para fundar su marca después de meses de malestar. Había perdido en 2017 las primarias contra Iglesias (Vistalegre II) y hacía tiempo que había roto con los planteamientos del partido. Tenía otras ideas y decidió testar su estrategia en una formación en la que no se sintiera encorsetado. «Cuando uno trabaja a gusto y de acuerdo con las propias ideas, trabaja mejor», expresa.
En 2019, fundó Más Madrid con la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena y luego dio el salto a las nacionales de 2019, en la repetición electoral de noviembre, con la marca Más País. «Balance satisfactorio», dice. No sacó los resultados que quiso, entre otras razones, por una construcción muy rápida. Pero asegura que a su partido aún le queda recorrido▶ «Hay Más País para rato».
Mi primer Fin de Año fuera de casa fue el de 1996. Aznar justo había ganado las elecciones y subió a Baqueira a esquiar, como el Rey, entre San Esteban y Año Nuevo. Yo hacía un año que había empezado a trabajar en «La Vanguardia», y al enterarse el jefe de Política que iba a estar por la zona con unos amigos, me pidió que cubriera las primeras navidades blancas del nuevo presidente.
Josep Sánchez Llibre, a quien hasta entonces no había nunca saludado, y que era la mano derecha de Josep Antoni Duran i Lleida, me llamó para ofrecerme todas las facilidades cuando yo aún estaba buscando hotel cerca de la estación. Unió fue la mantequilla del pacto del Majestic y Duran ejercería aquellos días de embajador no sólo del presidente sino de los demás miembros del partido y del Gobierno que también acudieron a esquiar. Cuando las cosas funcionaban en Cataluña, cada cual sabía su papel y su negocio, y de los asuntos de los demás no se decía nada. Eran tiempos brillantes, increíblemente corruptos y extraordinariamente divertidos. Y por supuesto, si «La Vanguardia» decidía enviar a un joven corresponsal a cubrir lo que iba a ser la primera gran escenificación de Duran como enlace de la Generalitat con el Gobierno, Sánchez Llibre lo sabía mucho antes que el enviado.
Cuando llegué al Montarto, la sencilla habitación –sencilla dentro de lo que era aquel hotel– que yo me había reservado, se había convertido en una suite, y Sánchez me dijo que me esperaba en el hall. No volví a ver a mis amigos hasta que regresé a Barcelona. No tuve en ningún momento el menor margen para hacer nada que no hubiera planeado Sánchez. Josep Sánchez Llibre (Vilassar de Mar, 1949) era y es un tipo encantador y todo lo tiene siempre previsto. Llamé al periódico, le conté al jefe de Política el magnífico recibimiento, y lejos de extrañarle, me animó a que no me separara de Sánchez ni un minuto porque «él tiene toda la información que necesitas» y me preguntó haciéndose el sorprendido cómo lo había conocido. Al final de la estancia, el propio Sánchez me confesó que el jefe de Política era quien le había dado mi número.
Durante aquellos días, Duran apareció sólo de vez en cuando, me explicaba en tono de confidencia lo que había estado hablando con Aznar, y siempre era exactamente el tema sobre el que por la tarde el jefe de Política me pedía que escribiera.
Las botas de Duran
La mañana del día 27 quedamos pronto, a las 9, en el primer remonte de Baqueira, a escasos metros de mi hotel, donde curiosos y periodistas se amontonaban para ver llegar al Rey. El presidente Aznar accedía a la estación por Beret, porque hacía esquí de fondo. El
Rey fue puntual y tuvo que esperar a su acompañante, que llegó con cinco minutos de retraso y visiblemente apurado.
«Te haces esperar más que una cabaretera», le espetó Don Juan Carlos. Sánchez Llibre y yo nos reímos con todos los presentes de la exclamación real. Duran llegó incluso más tarde que la cabaretera y con un invitado inesperado▶ Juan Costa, entonces secretario de Estado de Hacienda.
Enseguida Juan fue conmigo encantador. En los remontes de dos solíamos ir juntos y he de decir que en ningún momento intentó que le escribiera ningún «encargo». En una de las colas, mirando a Duran, que estaba junto a Sánchez un poco más adelantado, me dijo en voz baja y socarrona▶ –Este Duran es un hijo de puta. –Hombre, Juan…
–¿No te has fijado que nunca se desabrocha las botas en los remontes? Han de ser unas botas muy buenas, para que con lo bien que esquía, no le
prometo que no volverá a pasar –intentaba disculparse el fabricante, entre sollozos y completamente pálido. Y abrumado por la situación, pronunció una frase de todos los tiempos▶
–Créame, señor secretario. Yo esto sólo lo hago para el señor Duran y sus amigos más íntimos.
Sánchez y yo tuvimos que salir del taller porque no podíamos retener la carcajada. Juan aguantó el tipo, aunque a la salida no podía parar de troncharse. Y Duran, ya en la cena, cuando alguien recordó la anécdota, le dijo a Costa▶ «Ya ves que en Cataluña lo tengo todo controlado».
Aquel invierno empezó la era más próspera de la democracia española. Jordi Pujol confesó pasados veinte años que tenía cuentas opacas en el extranjero; Rodrigo Rato acabó en la cárcel; Macià Alavedra, otro de los artífices del pacto del Majestic, fue condenado por corrupción. Se suicidó Miguel Blesa, que justo en 1996 fue nombrado presidente del consejo de administración de Caja Madrid. Duran y Juan Costa han dejado la política y sólo Sánchez Llibre sobrevive con su habitual desenvoltura y buen humor y hoy es el presidente de Fomento, la principal organización empresarial catalana.
Pero el destino poco halagüeño de sus protagonistas no empaña la prosperidad de aquella época. A veces, cuando tratamos de que todo encaje en nuestro relato ideológico, negamos lo contradictorio. Y tan inútil, y absurdo, resulta discutir el crecimiento económico y la estabilidad política de aquel tiempo, como tratar de disimular que probablemente fue el más corrupto que jamás ha conocido España –que ya es conocer–. Pagar o no pagar el IVA de unas botas de esquí es naturalmente una tontería, pero la anécdota revela una manera de funcionar que fue la que absolutamente prevaleció en la mejor Cataluña que ha existido desde 1975 hasta hoy.
Corrupción y éxito
El catalanismo era la coartada y la contraseña era la ganancia. Tan cierto es que muchas cosas se amañaban, como que todo el mundo que de verdad quería podía hacer negocio, siempre pasando por caja. Lo del 3 por ciento es un concepto pero las cifras solían ser más altas, aunque con la mentalidad catalana de procurar que cada parte ganara algo. Era un escándalo pero no una agonía. Era un clamoroso abuso de poder, pero la maquinaria funcionaba, Pujol mantenía el orden y la formalidad, y la Generalitat y el Estado realizaban con éxito las infraestructuras y llevaban a cabo con prudencia las progresivas reformas políticas.
Fue la era de más inversión, y mejor utilizada, del Gobierno en Cataluña. A instancias de Pujol, Aznar abolió el servicio militar obligatorio y desplegó el cuerpo de Mossos d’Esquadra.