Cataluña y Madrid
«CiU jugaba a tensar la cuerda para negociar con fuerza pero sin que el catalanismo se alborotara»
Por primera vez, la Generalitat pudo recaudar un porcentaje del IRPF. Jamás Aznar, mientras fue presidente, cuestionó la inmersión lingüística▶ ni en ninguna declaración ni en ninguna iniciativa.
En Cataluña, CiU jugaba a tensar la cuerda y a relajarla, para negociar con fuerza en Madrid pero sin que se alborotara el gallinero catalanista. Pujol modulaba un discurso que era a la vez victimista y europeísta, nacionalista y favorable a la gobernabilidad de España, populista para erigirse como el salvador de las esencias de la patria, y exigente con sus votantes para que no se dejaran llevar por la demagogia de Esquerra.
El sistema funcionaba, la sociedad funcionaba, lo que muchos sabían todos lo callaban y bajo el mantra de «fer país» se justificaban los mayores saqueos. Javier de la Rosa lo mismo «cuadraba» las campañas de Convergència que las exposiciones de la pintora Doris Malfeito, esposa de Macià Alavedra. La leyenda dice que Aznar apartó a Alejo Vidal-Quadras del liderazgo del PP catalán porque Pujol se lo pidió. Un día lo escribí y Aznar me negó que esta fuera su verdadera motivación, sin explicarme cuál fue, a pesar de las veces que llegué a preguntárselo. Aquella misma tarde, Javier de la Rosa me contó que Vidal-Quadras llevaba mucho tiempo despreciándole, insultándole, «tratándome poco menos que de gángster» y que tras quejarse varias veces a Jorge Fernández Díaz le hizo llegar a Aznar el mensaje de que si no fulminaba a su candidato, contaría las cantidades de dinero que había entregado al PP, tanto de Cataluña como al del conjunto de España. Cayó Alejo y Javier nunca dio ningún detalle.
La nostalgia de aquellos tiempos, por su prosperidad y alegría, es normal que muchos la tengamos, pero es falsear la realidad negar su parte de podredumbre y de farsa y la causa de que toda aquella bonanza acabara teniendo los pies de barro. En 2003, casi al final de la segunda legislatura de Aznar, Pujol había anunciado ya que no volvería a presentarse y Artur Mas afrontaba sus primeras elecciones como candidato a presidente de la Generalitat. Un jovencísimo David Madí (31) era su jefe de gabinete. Sánchez Llibre formaba parte del comité de campaña. Madí estaba quejoso de que en los mítines no había nunca chicas.
–¡Es que sólo tenemos «tietes»! Y si no están buenas, no cuentan como tías, sino como momias.
Y entonces Sánchez Llibre, en su habitual buen humor y con ganas de gustar al nuevo, dijo▶
–Esto déjalo en mis manos, David, que en el próximo mitin yo te lo arreglo.
Y el siguiente mitin, que dio la casualidad que se celebraba en su pueblo, Vilassar, Josep tuvo la idea de pasar por un conocido burdel de carretera de la zona, y negociar un precio «mañanero» para que unas treinta chicas acudieran al mitin del candidato. Alquiló unas cuantas furgonetas e irrumpió en la plaza lleno de vida y contento capitaneando a las muchachas. Cuando David las vio, estuvo tentado de enfadarse con su compañero de campaña, montarle una escena y exigirle que se llevara inmediatamente a las señoritas. Pero algo por dentro le acabó conmoviendo, y llevándole a pensar que, a su manera, Sánchez era un genio. Habló con ellas, les dio las gracias por haber ido, las distribuyó entre la platea y les pidió que aunque no se lo supieran, movieran los labios cuando al final del acto todos cantaran «Els Segadors».