ABC (Andalucía)

La última residencia en recibir Epis, la primera en vacunarse

Pese a la felicidad de ayer, en Los Olmos no se olvida cómo les tocó luchar contra el Covid

- JOSEFINA G. STEGMANN

La residencia Los Olmos se hizo famosa ayer por ser la primera donde llegó la esperada vacuna de Pfizer. Ayer, todo era celebració­n y alegría delante de las cámaras de la televisión pública, que transmitie­ron en directo cómo Araceli Hidalgo, de 96 años, y la auxiliar de enfermería, Mónica Tapias, de 48, recibían los primeros «pinchazos españoles». Al margen de la real emoción de la residente y la trabajador­a, el Gobierno evitó hacer cualquier tipo de declaració­n que se saliera del guión propagandí­stico y triunfalis­ta de una vacuna que, en realidad, es un éxito europeo. Pero fuera de ese guión hay una realidad más dura. Esta residencia ha sido una de las más golpeadas por el Covid en Guadalajar­a. Sobre todo por la falta de equipos de protección individual (EPI).

«Bolsas de basura»

Paz Camacho Flores, técnica en cuidados auxiliares de enfermería y con 15 años de trabajo en el centro, denuncia que tuvieron «problemas de suministro». «La directora tenía que ir a buscarlos en su coche particular porque no teníamos cómo hacernos con ellos». Esta situación llevó a que, como ocurrió también en otros geriátrico­s y hospitales, el personal sanitario tuviera que ponerse «bolsas de basura para protegerse», recuerda Camacho Flores. «No podíamos abandonarl­es aunque no contásemos con los equipos de protección adecuados, aunque nos viésemos desvalidas y exhaustas por estar envueltas en plástico sin poder quitarnos las mascarilla­s ni para beber agua en horas.Nos sentíamos mal cuando nosotras mismas caíamos enfermas, porque también nos alcanzó, y dejábamos a las compañeras solas sin nuestra ayuda y apoyo», recuerda esta técnico, que lamenta que ayer se hablara solo de la parte buena pero no se recordara a los fallecidos. En Los Olmos las muertes ascendiero­n a una treintena. «No olvidemos, ocultados tras lo trascenden­te de la vacuna, a todas aquellas personas que han perdido su vida, en tantos centros residencia­les, sin oportunida­d ni de continuar con su vida, ni de dejarla dignamente. Ningún familiar les pudo despedir, nadie les pudo acompañar, ni siquiera pudimos explicarle­s por qué▶ o no lo entendían o al día siguiente se les había olvidado que situación había propiciado que pasaran los días, uno tras otro, en una habitación donde sólo recibían los recursos básicos o especializ­ados para mantenerse con vida», denuncia Camacho Flores.

El personal de la residencia Los Olmos recibió la noticia de que iban a ser los primeros en vacunarse el pasado día 23. Pero la informació­n fue muy escueta. De hecho, según relata Camacho Flores a través lo que le transmitie­ron sus compañeros, la directora y el médico presente en la reunión les dijeron que las dudas se las resolvería­n el mismo día de la vacunación. Teresa, una trabajador­a que se vacunó ayer, suscribe las palabras de Paz. Asegura que la campaña de vacunación fue «demasiado rápida».

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BELÉN DÍAZ La directora de la residencia Los Olmos, Mónica Vadillo, atendiendo ayer a los medios

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