ABC (Andalucía)

La historia de un

El proyecto Atlas realizará la cartografí­a global de este mítico lugar, recuperand­o la historia de las más de 400 piezas dispersas hoy por el mundo. Una de ellas, «Dioniso», se acaba de subastar en Londres

- ÁNGEL GÓMEZ FUENTES CORRESPONS­AL EN ROMA

Entre los lugares más legendario­s de Roma está Villa Adriana, donde el tiempo parece haberse detenido para siempre. La grandiosa y refinada villa de Adriano, conocida como Villa Adriana, un lugar legendario cerca del municipio de Tívoli, a 30 kilómetros de Roma, se propone «reconstrui­r» su aspecto original recuperand­o la historia de sus más de 400 estatuas repartidas en coleccione­s privadas y en los más importante­s museos del mundo, entre ellos el Prado. El proyecto es fascinante, porque aquí la historia narra el antiguo esplendor del Imperio romano, aquí Adriano celebró su amor por el joven Antinoo y luego lloró su misteriosa muerte.

La idea ha surgido al conocerse que se ponía a la venta uno de los tesoros de Villa Adriana. Una de sus maravillos­as esculturas, un mármol que representa a Dioniso, en la mitología griega el dios de la fertilidad y el vino, patrón de la agricultur­a y el teatro, fue vendida el pasado día 16 por 955.000 euros en una subasta en la sala Christie’s de Londres. La estatua, ejemplo de la muy alta calidad artística de los tesoros de Villa Adriana, fue descubiert­a en una excavación en 1775 por Gavin Hamilton (1730-1797), un pintor escocés apasionado de la arqueologí­a y marchante de antigüedad­es, quien condujo sus propias investigac­iones y se hizo con decenas de estatuas y bajorrelie­ves de la villa.

Patrimonio de la Humanidad

Para seguir la trayectori­a o las rutas, a veces inverosími­les, por las que han transcurri­do los tesoros de Villa Adriana se ha lanzado el proyecto Atlas, que consiste en realizar la cartografí­a global para situar las obras expoliadas y dispersas por el mundo. El objetivo es reconstrui­r idealmente la imagen original de la villa, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. El trabajo aportará nuevos capítulos a los estudiosos y apasionado­s del mundo del arte, según el director de Villa Adriana, Andrea Bruciati▶ «Será una historia iconográfi­ca apasionant­e desde el punto de vista estético, un atlas que pretende reconstrui­r científica­mente y de forma visual la diáspora que ha caracteriz­ado, lamentable­mente, la residencia imperial desde el periodo antiguo, con la intención de situar este patrimonio entre los protagonis­tas del escenario internacio­nal del arte».

A esta tarea de ir a la caza de los tesoros de la villa de Adriano se dedicará durante más de un año un grupo de historiado­res y arqueólogo­s. Serán como los 007 de la arqueologí­a, dicen en Italia. Con viajes y a través de internet irán en busca de las maravillos­as obras de arte aparecidas a lo largo de los siglos de las entrañas de la tierra de Villa Adriana. Su universo único de historia y de arte ha fascinado a lo largo de los siglos. Especialme­nte llamativo es el caso de Marguerite Yourcenar, novelista, dramaturga y poeta, autora de la novelabiog­rafía más famosa sobre Adriano. La escritora visitó la villa en numerosas ocasiones, desde su juventud hasta la vejez, siempre con asombro, como plasmó en su célebre libro «Memorias de Adriano», gracias al cual el amor del emperador por Antinoo se convirtió en legendario.

Adriano, de origen hispano, emperador entre el 117 y 138, sobrino del bético Trajano, al que sucedió, se caracteriz­ó por su gran apego a la creación artística y así lo reflejó en todo el Imperio romano. Demostró su gusto refinado y profunda cultura con la construcci­ón de la inmensa Villa Adriana, que impresiona­ba por sus innovadora­s arquitectu­ras, sus decoracion­es, los revestimie­ntos de mármol, pinturas, esculturas y mosaicos que adornaban los distintos edificios. Sus muros, hoy en ruinas y desnudos, estaban cubiertos de mármoles de colores –rojo antiguo, cipolino, pórfido, amarillo antiguo o serpentina…–, procedente­s del Mediterrán­eo oriental y de África. Se ha calculado que, si se pudieran unir de nuevo esculturas y mosaicos, se establecer­ía un museo de arte antiguo tan grande y fabuloso como los Museos Capitolino­s de Roma.

Muchas de las esculturas –parte de ellas representa­ban a su joven amante Antinoo– que adornaban la residencia de Adriano eran copias de obras maestras griegas de los siglos V, IV y III a.C. Por desgracia, la mayor parte de este inmenso patrimonio ha sido expoliado y hoy decora lujosas residencia­s y enriquece museos y coleccione­s en Roma y muchas otras ciudades, sobre todo europeas. Los Museos Vaticanos tienen la mayor parte de las obras, pero también atesoran obras procedente­s de Villa Adriano los Museos Capitolino­s, Villa Borghese, el Louvre –donde se conserva, entre otras, una escultura de Antinoo–; el Museo Británico y pinacoteca­s de Berlín, San Petersburg­o, Dresde, Estocolmo y Madrid.

Las Musas de Odeón

En el Prado están las Musas (130-140 d.C.), un conjunto estatutari­o de calidad excepciona­l. Fueron encontrada­s hacia el 1500 en la villa de Adriano, originalme­nte instaladas en nichos en lo más alto de la fachada del escenario de un teatro, según Pirro Ligroio, arqueólogo del siglo XVI. Son llamadas las Musas de Odeón, por su probable procedenci­a del Odeón o Teatro de la Academia, un ejemplo maravillos­o de aquel universo creativo. Fueron adquiridas por la Reina Cristina de Suecia, mecenas de las artes, y hoy las ocho esbeltas musas en mármol, sentadas en altos promontori­os de roca, se conservan en la llamada Sala de las Musas del Prado.

Al igual que ocurre con las esculturas del Prado, el proyecto Atlas permitirá escribir interesant­es páginas de la historia del coleccioni­smo, manifiesta el director de Villa Adriana. Emblemátic­o es el caso de la venta de la estatua de Dioniso en Londres. No hay

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