Las notas del diario de Marta
«Durante la noche tengo tiempo de observar a cada uno de los pacientes y veo cuerpos inmóviles, cuerpos aparentemente inertes luchando por seguir con vida. De los diez pacientes que hay en la planta ocho están intubados (...) Mirando la escena desde fuera me da la sensación de estar viviendo una película de ciencia ficción... todos los médicos, enfermeros y auxiliares con EPI colocados alrededor del paciente» «En cada quirófano hay dos pacientes... y joder... casi todos los ingresos son hombres de unos cuarenta y tantos años... prefiero no darle muchas vueltas aunque me deja la mente un poco sobrepasada. Es como si estuviera viviendo una escena de guerra en la que sólo hay soldados malheridos». «Echo de menos los abrazos, las sonrisas, ahora encubiertas por las mascarillas y lloro, lloro mucho ya no sé si de cansancio, de sueño, de tristeza, de soledad o de qué». «Nos explican cuál es el procedimiento a seguir en caso de fallecimientos. Se introduce el cadáver en un sudario que previamente hay que rociar con lejía en su interior, se cierra la cremallera. Se rocía con lejía por fuera. Se introduce en un segundo sudario y la cremallera debe quedar ligeramente ladeada. Se coloca una pegatina de identificación en el exterior a la altura de la frente... y así fallecen, solos, sin un familiar, sin acompañante,
sin una despedida…» «Durante los aseos me
desmayé dos veces.
Después de dos horas con el EPI y la mascarilla puesta, empiezo a encontrarme mal. Lo bueno que tengo es que mi organismo me avisa, me da angustia en el estómago».
«A media tarde, la imagen que me bombardea una y otra vez la cabeza es la de un hijo que va a despedirse de su padre ataviado con su EPI. Entra en el box y joder, tiene que preguntar hasta en cuatro ocasiones si de verdad ese es su padre». «Hemos empezado con los aseos. Afortunadamente hay un paciente, Manuel [nombre ficticio para guardar su identidad], al que no voy a llamar el 6.2 porque estoy hasta las narices de hablar de las personas como si fueran robots. ¿Ponemos números para evitar empatizar? Eso me decía un compañero. Y una mierda, ponemos números porque nadie nos enseña a gestionar el sufrimiento ajeno. Yo debo estar muy mal hecha porque a mí lo que me hace sufrir es tener que hablar de pacientes como si fueran animales. Bien digo, animales, ¿sabéis quiénes son los que nunca o casi nunca ponen nombre a sus animales? Los ganaderos ¿sabéis por qué? Porque llevan a sus animales al matadero y así no sufren». «Cumplo 44 años. Paso el día en casa. Sola. Muy sola. Y sin embargo más acompañada que nunca. Desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche he estado recibiendo llamadas y mensajes». «Estos últimos días he ido viendo la buena evolución de algunos pacientes, así que antes de irme para casa, me despido de dos de ellos. Con lágrimas en los ojos de alegría. Cuando les has visto más en el otro mundo que en este... es una bendición poder despedirse de ellos habiendo seguido de cerca su recuperación». «Casi estoy pensando en terminar este diario. Seguimos en estado de alarma y en proceso de desescalada. Fase 1. Parece que la situación a nivel nacional está bastante controlada».