20 años de «Deseando amar», la joya del universo de Wong Kar-Wai
que actúan, en escenas que a menudo funcionan menos como narración que como atmosférica evocación de instantes recordados. Ya lo advierte Wong▶ «No hay que buscar la anécdota sino una experiencia»; la continuidad de sus tramas es emocional. Si quieren tener la experiencia Wong, vean «Días salvajes», la revelación del ciclo que este enero llega a nuestras pantallas gracias a Avalon (en Cines Renoir de Madrid y Cinemes Boliche de Barcelona), una película primeriza en la que estalla todo su universo.
La película que supuso el espaldarazo del gran público para Wong Kar-Wai ofrece una sensual recreación del Hong Kong de los años 60, la ciudad en la que se crió este cineasta nacido en Shangai en 1958, lo que tiñe esta recreación de un mundo pasado de una capa adicional de melancolía. Está protagonizada por Maggie Cheung y Tony
Leung, dos de sus actores habituales, y aunque ambos están impecablemente elegantes, son los «cheongsam» de Maggie los que convierten a la película en un pase de modelos al ritmo del bellísimo «Tema de Yumeji».
Simples vecinos en un principio en una abigarrada residencia cuyos angostos pasillos les llevan a rozarse a diario, Maggie y Tony viven el nacimiento de una pasión siempre implícita, siempre contenida por un exceso de buenos modales. Aunque el deseo puede ser asocial y flamígero, aquí estamos en el terreno reprimido de clase media de «Breve encuentro», clásico de
David Lean con el que suele emparentarse. Eso no hace ese deseo menos intenso, o que lo represente de forma menos magistral. Un artificio en particular resulta muy eficaz. Los dos protagonistas sospechan que sus parejas se han liado entre sí, lo que da a sus encuentros cotidianos un innegable carácter embarazoso. Inventan entonces un singular lenguaje indirecto: se hablan de usted pero se tutean cuando escenifican los encuentros entre los otros, y en esos diálogos de una intimidad imaginada (y humillante) nace el anhelo de un romance no querido a la sombra de otro. Este artificio, las miradas y gestos siempre muy formales, la música y el eterno retorno de unos paseos repetidos a diario son los sencillos elementos con los que se construye la fascinación de «Deseando amar». Wong, que siempre entremezcla las tramas de sus películas, firmó una especie de secuela en «2046» (el número de la habitación de Maggie), con el mismo actor, Leung.