ABC (Andalucía)

Carl Honoré Periodista e impulsor del movimiento «slow»

El escritor considera que los horarios laborales españoles tienen su lógica en otra época y hoy «convendría importar los de otros países europeos»

- ANNA CABEZA

El periodista y escritor Carl Honoré (Edimburgo, 1967), considerad­o uno de los gurús del movimiento «slow», empezó a defender en 2004 un cambio de ritmo en las vidas en «Elogio de la lentitud». Su libro fue entonces una revolución y, 16 años después y con un virus que ha trastocado todo, parece el camino a seguir. Honoré, que participó hace pocas semanas en el Internatio­nal Barcelona Time Use Week, congreso sobre el uso del tiempo, habla con ABC de la oportunida­d que supone la pandemia para vivir con calma y no con la aceleració­n que existía hasta la llegada del Covid.

—¿Ha tenido que venir un virus para que bajemos el ritmo?

—Sí, y ha sido una pesadilla pero también un taller obligado, impuesto, de lentitud. Se ha visto que pisar el freno puede ser luminoso. Estamos en un punto de inflexión en la historia humana, toca resetear muchas cosas, entre ellas, el uso del tiempo. La piedra angular de la revolución «slow» es devolver a la gente la autonomía temporal y con el Covid mucha gente ha podido recuperar el control del tiempo, por ejemplo en sus trabajos, y usar las horas a su antojo.

—Además de la alta dedicación laboral, ¿estamos mal acostumbra­dos a tener que exprimir las horas del día?

—Venimos de una cultura contaminad­a por el síndrome FOMO, el miedo a perderse cosas. Y ahora está empezando a calar la idea de que quizás menos es más. Esta es otra de las bases del movimiento «slow»▶ no sentir la obligación de tener que llenar todos los huecos de la agenda, sea con trabajo o salir a cenar, visitar una exposición o estar al día de todas las series. Una de las lecciones que nos deja el Covid es que, no solo podemos vivir o sobrevivir con menos, sino que prosperamo­s con menos, priorizand­o y poniendo toda nuestra energía y amor a las cosas importante­s. Vivíamos en una sociedad de excesos, pero las pandemias históricas siempre han llevado a priorizar y a hacer hincapié en lo que de verdad importa.

—Parece que algunos han olvidado lo mal que lo pasamos en marzo y no han incorporad­o este cambio...

—Es que todavía estamos en el ojo de la tormenta. No sé cómo será el mundo en un futuro pero creo que acabaremos cambiando prioridade­s.

—¿Las nuevas tecnología­s juegan en contra de pisar el freno?

—La tecnología no es ni buena ni mala, es neutra. La cuestión es el uso que hacemos de ella y además las empresas del sector han creado algo bastante tóxico, basado en explotar al usuario y en hacer que sus herramient­as sean adictivas. Esto es un horror, una pesadilla y una afrenta a la humanidad. Los gobiernos y estados deberían intervenir, pero eso no quita que el punto de partida depende de cada uno▶ cómo uso mi iPhone, si apago las notificaci­ones... También podemos, a nivel individual o colectivo, mover iniciativa­s para cambiar usos.

—El teletrabaj­o puede llevar a muchos a estar más enganchado­s a los ordenadore­s y móviles. ¿Cómo se consigue el equilibrio?

—Ha habido empresas, por ejemplo, que han empezado a decir a sus empleados que no tienen que chequear sus mails por la noche o países, como Francia, que instan a desconecta­r teléfonos fuera del despacho. Son solo pasos, y puntuales, pero son parte de una ola creciente de redefinici­ón del uso de los gadgets y la pandemia va a dar un empujoncit­o a este cambio.

—Vive en Reino Unido y lleva años analizando los horarios. ¿Cómo ve los hábitos de España?

—Ha heredado un sistema que quizás tenía su lógica en otra época, pero no en estos días y le convendría importar horarios de otros países europeos. Ya no hacen falta pausas al mediodía tan largas ni perder el tiempo entre casa y trabajo. No digo que el sistema de Inglaterra o Dinamarca sea utópico, pero permite desperdici­ar menos tiempo. Cenar muy tarde tampoco es bueno para la salud.

—¿Quién tiene que dar el paso para cambiar horarios, Gobierno o empresas, colegios, comercios...?

—Apuesto por la responsabi­lidad del individuo y la sociedad civil. Además,

Carl Honoré, en una imagen promociona­l

Piedra angular

«Con el Covid mucha gente ha podido recuperar el control de su tiempo en sus trabajos y usar las horas a su antojo»

tiene más sentido que colegios, empresas o municipios puedan empezar a hacer pruebas piloto. Que un Estado imponga unos nuevos horarios es como si a uno le ponen una camisa de fuerza.

—¿Qué hacemos en Europa con el cambio horario? Porque igual sería un riesgo empezar a hacer pruebas... —A nivel europeo, ir todos al mismo horario tiene mucha lógica. Y es algo que podemos hacer sin mucho sacrificio, pero no he visto este tema mucho sobre la mesa últimament­e.

—Se habla mucho de trabajo y horarios, ¿pero al final es básicament­e una cuestión de salud?

—Sí, sacrificam­os muchas cosas en el altar de la prisa y en el culto a la velocidad y una de las principale­s es la salud. Si el día es una carrera a contrarrel­oj acabas quemado, estresado, aparecen enfermedad­es crónicas... Esto es el saldo de la cultura contagiada por el virus de la prisa. No logramos ni dormir bien ni recargar pilas. Y también pagamos un precio en salud mental. Cada vez hay más desconexió­n entre cuerpo y mente, sobre todo en jóvenes que viven en la hiperestim­ulación, hiperactiv­idad, hiperconsu­mo e hiperprisa. Hemos perdido el arte de escuchar▶ tenemos 822 amigos en Facebook pero no recordamos cuándo fue la última vez que pasamos dos horas con un amigo. Vivimos en una sociedad más conectada que nunca pero nos sentimos más solos que nunca. No hay tiempo para la reflexión y caes en preguntas simples como dónde está el móvil pero no en cómo puedes ser mejor en el trabajo o como padre. La lentitud es el trampolín hacia muchas de estas cosas, porque si no ralentizas y vives con prisa, vives a medias.

«Hiperprisa»

«Cada vez hay más desconexió­n entre cuerpo y mente, sobre todo en jóvenes que viven en la hiperactiv­idad»

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