METÁFORA DEL CONCIERTO FANTASMA
La sala desierta enfriaba la euforia de ese pensamiento mágico que concede poderes taumatúrgicos al cambio de año
SI se pudo jugar la final de la Champions en un estadio vacío, se podía hacer el concierto de Viena sin público. Faltó el calor de los aplausos y la Marcha Radetzky sonó completa y limpia, sin palmas de japoneses entusiasmados ante la expresión antonomástica del nacionalismo austríaco, pero un experto como el maestro Muti se encargó de que la orquesta pusiera la pasión y el vigor necesarios para que la función musical más famosa del mundo no pareciese un ensayo. Ciertamente, salvo el sonido siempre impecable de la Filarmónica todo resultaba, si no gélido, un poco raro; el aire fantasmal de la Sala Dorada servía de recordatorio de que nada ha cambiado pese a la euforia colectiva por una simple hoja arrancada del calendario. Queda mucha pandemia y no está claro que volvamos a ver el Musikverein repleto en la cita del próximo año.
La sociedad débil ha alumbrado el dogma del pensamiento positivo (lagarto, lagarto▶ ese adjetivo tiene en los últimos meses un halo maldito) como una especie de conjuro ante los reveses del destino. Ya saben, ese celebrado aforismo de Paulo Coelho de que el universo conspira a favor de nuestros deseos si son lo bastante intensos. La magia de la energía mental como base de un optimismo hueco contra la terca evidencia de los contratiempos y la irrupción periódica o esporádica de los cisnes negros. Sobre ese concepto se ha extendido un estado de ánimo ingenuo que tiende a dar por clausurado el desastre por el solo tránsito de diciembre a enero. Por eso tuvo enorme utilidad pedagógica la visión planetaria de la sala vacía del concierto▶ servía para recordar la persistencia del riesgo y a la vez mostraba el único espíritu de resistencia posible y verdadero, el de continuar haciendo las cosas de antes adaptadas a condicionantes nuevos que aún van a permanecer más tiempo del que quisiéramos. Sin fatalismo pero sin candor, con responsabilidad y conciencia de que el virus nos obliga a sacar lo mejor de nosotros mismos en un marco problemático y restringido que exige esfuerzo, prudencia y sacrificio. Respuestas diferentes para un mundo distinto.
Negar razones objetivas para la esperanza es tan malo como vender vaticinios falsos. La política también difunde pensamiento mágico y ahora está generando expectativas poco razonables sobre los plazos en vez de tratar como adultos a los ciudadanos y explicarles con honestidad que la solución irá despacio. El desierto auditorio vienés fue un baño de realidad frente al ilusorio presagio de un final anticipado. Y la refinada perfección, el riguroso ejercicio de virtuosismo elegante y gallardo con que Muti y sus músicos se aplicaron a las livianas partituras de Strauss, representó una lección de nobleza y pundonor en medio de aquel descorazonador escenario. La metáfora de que no existe momento dramático en que no sea posible sostener la dignidad con nuestras propias manos.