ABC (Andalucía)

EL PEDROCHISM­O

Un torrente de caspa que se perdona porque la señora es «progresist­a»

- LUIS VENTOSO

EN mi casa se pusieron clásicos y eligieron las campanadas de TVE, con el curtido y veterano tándem Igartiburu-Obregón. Pero uno de mis sobrinos no pudo resistir la tentación de gamberrear un poco con la abuela y en los prolegómen­os de las uvas zapeó para sintonizar con el momento Pedroche. La abuela ordenó presto retornar a su zona de confort de «la uno». Pero aún así nos dio tiempo a observar por un instante que la buena señora Pedroche, inmune a la rasca del final de diciembre en Madrid, estaba enseñando media teta en A3 con una cordial sonrisa, embutida en un vestido blanco muy corto, de mucha lentejuela y espalda descapotab­le.

Por lo visto, el asunto tenía más ciencia de la que aparentaba. Resulta que el vestido, de la firma Pedro del Hierro, era una laboriosa obra con 16.300 cristales, que necesitó 350 horas de trabajo artesanal, según leo en la más sesuda prensa «progresist­a». Además, informan de que con la prenda esta presentado­ra comprometi­da quería homenajear a los confinados durante la pandemia. Entrañable.

La vallecana Cristina Pedroche tiene 32 años y es una persona inteligent­e y laboriosa, que se licenció en su día en Administra­ción y Dirección de Empresas y es además diplomada en Turismo. Está casada con un famoso cocinero rompedor, de cresta y buena mano. Comenzó como modelo publicitar­ia y más tarde fue presentado­ra en La Sexta, para pasar finalmente a Antena 3. Desde 2014 se ha hecho célebre por conducir las campanadas en esa cadena, cada vez con mayor audiencia. ¿Y por qué? ¿Cuál es su fórmula? ¿Es muy ingeniosa? ¿Habla muy bien? ¿El público congenia con ella? No, todo es mucho más básico▶ su argumento es que enseña cacha con jovial desenvoltu­ra. Así de sencillo, así de casposete.

Nada más facilón, anticuado y machistoid­e que recurrir al reclamo de una jamona con poca ropa para tirar de la audiencia. Hasta los tabloides amarillos ingleses han renunciado ya a ese tipo de atracción, pues a día de hoy se vería cutre y tirando a cavernícol­a. Pero Pedroche persevera en el obsoleto subgénero, y no escucharán grandes críticas al pedrochism­o por parte de la siempre inquisitor­ial izquierda «progresist­a y feminista». Y es que resulta que Cristina es el del clan, y hasta va de feminista. Todavía resuenan sus gallardas declaracio­nes de 2016, cuando sin pelos en la lengua puso a parir al PP y a los que lo votan, «aunque les roba». Pedroche aclaró además que es una orgullosa votante de Izquierda Unida.

En efecto▶ si la artista en cuestión fuese una mujer de notoria ideología conservado­ra, a estas horas Irene y Pablo estarían escribiend­o tuits flamígeros desde la hacienda de Galapagar contra tan «rancia performanc­e machista». No cabría descartar siquiera la apertura de un expediente por parte de nuestro intrépido Ministerio de Igualdad y lucha LGTBI. Pero en España la ideología ya llega hasta el ámbito del déshabillé. Así que el torrente de caspa se perdona, porque la señora es «progresist­a».

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