Nochevieja de sal y de sueños
Mientras nos las arreglábamos para celebrar el fin de año entre preocupaciones por la pandemia, balances amargos e incertidumbres cara al futuro, un centenar de personas ganaban las costas de Canarias en una noche fría y sin estrellas. Su Nochevieja ha tenido un inolvidable sabor a sal y a humedad, un aroma de triste epopeya que, al menos esta vez, ha concluido entre las mantas en las que fueron envueltas para protegerlas de la gélida amenaza de la muerte.
Todos acariciamos nuestros proyectos e imaginamos las circunstancias que, ahora sí, nos permitirán respirar a pleno pulmón▶ la victoria contra el virus, un trabajo mejor, una reconciliación anhelada… Para el centenar de personas que han desafiado las trampas del océano en este fin de año, se trataba de alcanzar esa orilla en la que esperan que se abrirá una vida nueva. Para ello han dejado atrás raíces, vínculos, recuerdos, padres, amigos y hermanos. Una dramática mochila a las espaldas, cuyo peso debemos calibrar junto al de sus esperanzas, tan cercanas a las nuestras, antes de cualquier otro análisis.
No es el tiempo el que trae la novedad ni el que cumple las esperanzas. En el tiempo se juega la partida de lo humano, se despliegan la libertad y la conciencia que decantan la vida hacia el bien o hacia el mal. El Papa ha saludado 2021 con un hermoso mensaje en el que señala que sólo es posible construir comunidad, civilización, si asumimos cada uno el cuidado de los otros, también del desconocido que llega y nos inquieta. El año será distinto sólo si nosotros lo somos. Una mirada distinta, más verdadera; una fraternidad estrenada con lucidez y sacrificio, y también una política nueva. Es nuestra aventura, quizás tan arriesgada como esa noche inolvidable en un cayuco, rumbo a una vida mejor.