La realidad y el deseo sobre la vacuna del Covid
En la vacunación contra el Covid-19 hay dos formas de actuar. En la que parece implementarse se le atribuyen a la vacuna propiedades protectoras infinitas y una seguridad sin fisuras, y se critica la actitud de la población reticente en pos de una vacunación solidaria universal. Otra forma de actuar sería, como con el resto de las vacunas, analizar –ejercicio en desuso– la conveniencia de vacunar en franjas de edad de acuerdo a las características de la pandemia y la respuesta inmune natural, así como en base a los datos disponibles sobre protección y toxicidad. Porque de la vacuna se puede hacer un mal uso o exigir unas expectativas que no puede alcanzar. Por ejemplo, en la población de mayor edad, de la vacuna cabe esperar un descenso de mortalidad por Covid-19, aunque los datos de los ensayos clínicos no nos permiten predecir en qué factor. La inmunidad que confiere puede no ser elevada ni duradera, y quizá sea sustituida por nuevas vacunas que puedan llegar de composición más compleja y con capacidad de replicación, pero disponer de una vacuna licenciada en tan breve tiempo es sin duda una gran oportunidad para ayudar a proteger a los mayores. En la población sana menor de 60 años la relación entre infección y mortalidad nos indica que los niveles de protección que confiere la inmunidad natural frente al coronavirus son más elevados que los que podría conferir cualquier vacuna, y por tanto no se debería distorsionar el equilibrio de esta inmunidad sofisticada con vacunas simples que provoquen un sesgo antigénico en la respuesta. Como nadie puede saber aún (sí, he dicho bien) los efectos a largo plazo de la expresión de un ARN exógeno determinado en un organismo en desarrollo, la vacunación de la población infantil puede ser una imprudencia grave. De la vacuna no se puede esperar que disminuya a corto plazo los contagios masivos en la población, ya que la transmisión desde las vías respiratorias superiores, así como la persistencia en la cavidad nasofaríngea de los genomas de virus respiratorios, no se corresponde con la inmunidad en el resto del organismo. Por tanto, el éxito de la vacunación puede basarse paradójicamente en su contención en sectores de población, y en explicar bien que la presencia de genomas del virus SARS-CoV2 y sus variantes detectados por PCR puede no ser la causante de la ocupación elevada otoñal de las UCI ni de la acumulación de fallecidos.