EL ELEFANTE BAJO LA ALFOMBRA
La pandemia ha revelado limitaciones operativas del modelo de Estado
EFECTIVAMENTE, salvo contadas excepciones, como Margarita Robles o Luis Planas, el actual Gobierno es poco profesional y bastante flojo. Algunos ministros carecen de toda experiencia en gestión (véase a los hacendados de Galapagar, que en la vida real sudarían para llevar la administración de una frutería). Otros han sido alzaprimados más allá de su umbral de competencia, como María Jesús Montero, una consejera autonómica de verbosidad inextricable, médico de profesión, a la que Sánchez ha promovido a portavoz del Gobierno y ministra de Hacienda, carteras que la sobrepasan. Por último, contamos con ministros esotéricos, que tal vez leviten por algún confín de los anillos de Saturno, como Pedro Duque y Castells, y con varios sin apenas cometido, pues sus carteras fueron una creación artificiosa al servicio del acuerdo de coalición PSOE-Podemos.
Pero en enero de 2020, un Gobierno flojo, inflado y bisoño no parecía un problema, porque Sánchez no conformó aquel Ejecutivo para gobernar en serio, sino para armar un gran aparato de propaganda, hacer ingeniería social en pro del consenso progresista y pelotillear a los separatistas catalanes que lo sostienen. Daba igual situar en Sanidad al filósofo Illa, lego en la materia y que jamás había salido de la pequeña política municipal, porque la salud era y es una competencia autonómica. La misión real de Illa eran los regates catalanes. En España la gestión cotidiana la llevan las comunidades, que ostentan las atribuciones en lo medular de la vida de las personas▶ la sanidad y la educación, y algunos casos, como en Cataluña y el País Vasco, incluso la seguridad. En cuanto a la economía, la UE fija un corsé general y tampoco existe tanto margen de maniobra (salvo que te lances a hacer gilipolleces). Así que Sánchez no contaba con tener que gobernar de verdad.
La cornada imprevista y terrible del Covid lo mudó todo. De repente había que gobernar y se hizo patente que el equipo no era acorde al reto (ahí está el balance de España en la pandemia). Pero al margen de la incompetencia del Gobierno, se ha puesto de manifiesto un segundo problema, un elefante bajo la alfombra que no se quiere ver▶ el modelo de Estado que tenemos se ha revelado disfuncional a la hora de asumir una emergencia nacional. No tenemos un Estado federal puro –aunque sí algo que se le parece–, ni tampoco un Estado con un poder central fuerte. El resultado es un extraño híbrido, una originalidad española, que provoca que cuando realmente vienen mal dadas y hace falta una mano única sujetando las riendas nos encontremos con que el jinete monclovita no tiene caballo, porque las que galopan a diario son las comunidades, y no el Gobierno. Además, el modelo vigente ha ido provocando un gran extrañamiento en algunas regiones respecto a la idea de España, pues las personas ven que todo su día a día se resuelve en la instancia autonómica. En resumen▶ una grieta institucional seria, que por supuesto nadie intentará sellar.