EN LA PASCUA MILITAR
Las tareas que llamamos «humanitarias» no son ya excepciones a su función▶ son la forma de la defensa cuando no hay guerra
PASCUA militar, ayer. Y puede que sea rareza mayor de la España actual ésta de tener que reflexionar sobre lo que el ejército significa para una nación. El ejército moderno tiene origen muy reciente▶ último decenio de siglo XVIII. Y su emergencia viene exigida por un nuevo modelo de poder, el Estado nacional, que en Europa se articula a partir de 1789 como dispositivo que aúna frontera, lengua, historia y fuerza material para anudar esas identidades. Y, cuando Saint-Just llama a esa fuerza «ejército nacional» no está siendo redundante; tradicionalmente, la fuerza armada había estado ligada a dependencias personales▶ había «guardias» de señores en diversa medida potentes, el primero de los cuales, el Rey, tenía la suya propia, no necesariamente más potente que la suma de las otras.
La Europa en que vivimos nace con la forja, primero, de una «guardia nacional» y luego de un «ejército nacional», definido como nación que asume su defensa. Es el «pueblo en armas», del cual habla Saint-Just y al cual atribuirá Clausewitz el nacimiento de una guerra moderna en cuyo despliegue se conjugarán aspectos antagónicos▶ un factor de identificación, sí, que facilita el reconocimiento de lo común a todos; pero también una capacidad letal que borrará la última ética «duelística» de las guerras limitadas, para alumbrar un horizonte de universalidad, en el cual, no existiendo frontera entre soldado y ciudadano, se gesta eso que Clausewitz anuncia como su desenlace lógico▶ la «guerra absoluta», sin distinción entre frente y retaguardia. Clausewitz pudo parecer muy hiperbólico para su coetáneos. Para nosotros, hijos de las exterminadoras guerras del siglo XX, es casi pleonástico.
Pero esa universalidad identificadora misma hace recaer sobre los ejércitos modernos funciones subsidiarias, ajenas a las partidas de reyes y señores. Si el ejército es ese «pueblo en armas» en el cual no es del todo distinguible el momento civil del castrense, las funciones militares quedarán necesariamente muy ampliadas. Y abarcarán todo aquello en lo cual se juegue la seguridad, personal y colectiva, de los ciudadanos y de la nación. Bajo la dirección, claro está, del poder político que constituye el vértice del Estado. Las tareas que llamamos «humanitarias» no son ya excepciones a su función▶ son la forma de la defensa cuando no hay guerra. Las grandes catástrofes aparecen como su lugar de juego más propio. La pandemia, hoy, las enfatiza.
Es una vergüenza –no lo ocultemos– que la campaña de vacunación esté siendo, en esta primera semana, un fracaso, cuando no un ridículo bochornoso. Y es una vergüenza que la fuerza cuya función es facilitar ese tipo de emergencias no haya sido aún utilizada. En el mismo plazo de tiempo, la vacunación ha sido en Israel masiva. ¿Diferencia? En Israel sí, ejército, nación y ciudadano son lo mismo.