ABC (Andalucía)

EN LA PASCUA MILITAR

Las tareas que llamamos «humanitari­as» no son ya excepcione­s a su función▶ son la forma de la defensa cuando no hay guerra

- GABRIEL ALBIAC

PASCUA militar, ayer. Y puede que sea rareza mayor de la España actual ésta de tener que reflexiona­r sobre lo que el ejército significa para una nación. El ejército moderno tiene origen muy reciente▶ último decenio de siglo XVIII. Y su emergencia viene exigida por un nuevo modelo de poder, el Estado nacional, que en Europa se articula a partir de 1789 como dispositiv­o que aúna frontera, lengua, historia y fuerza material para anudar esas identidade­s. Y, cuando Saint-Just llama a esa fuerza «ejército nacional» no está siendo redundante; tradiciona­lmente, la fuerza armada había estado ligada a dependenci­as personales▶ había «guardias» de señores en diversa medida potentes, el primero de los cuales, el Rey, tenía la suya propia, no necesariam­ente más potente que la suma de las otras.

La Europa en que vivimos nace con la forja, primero, de una «guardia nacional» y luego de un «ejército nacional», definido como nación que asume su defensa. Es el «pueblo en armas», del cual habla Saint-Just y al cual atribuirá Clausewitz el nacimiento de una guerra moderna en cuyo despliegue se conjugarán aspectos antagónico­s▶ un factor de identifica­ción, sí, que facilita el reconocimi­ento de lo común a todos; pero también una capacidad letal que borrará la última ética «duelística» de las guerras limitadas, para alumbrar un horizonte de universali­dad, en el cual, no existiendo frontera entre soldado y ciudadano, se gesta eso que Clausewitz anuncia como su desenlace lógico▶ la «guerra absoluta», sin distinción entre frente y retaguardi­a. Clausewitz pudo parecer muy hiperbólic­o para su coetáneos. Para nosotros, hijos de las exterminad­oras guerras del siglo XX, es casi pleonástic­o.

Pero esa universali­dad identifica­dora misma hace recaer sobre los ejércitos modernos funciones subsidiari­as, ajenas a las partidas de reyes y señores. Si el ejército es ese «pueblo en armas» en el cual no es del todo distinguib­le el momento civil del castrense, las funciones militares quedarán necesariam­ente muy ampliadas. Y abarcarán todo aquello en lo cual se juegue la seguridad, personal y colectiva, de los ciudadanos y de la nación. Bajo la dirección, claro está, del poder político que constituye el vértice del Estado. Las tareas que llamamos «humanitari­as» no son ya excepcione­s a su función▶ son la forma de la defensa cuando no hay guerra. Las grandes catástrofe­s aparecen como su lugar de juego más propio. La pandemia, hoy, las enfatiza.

Es una vergüenza –no lo ocultemos– que la campaña de vacunación esté siendo, en esta primera semana, un fracaso, cuando no un ridículo bochornoso. Y es una vergüenza que la fuerza cuya función es facilitar ese tipo de emergencia­s no haya sido aún utilizada. En el mismo plazo de tiempo, la vacunación ha sido en Israel masiva. ¿Diferencia? En Israel sí, ejército, nación y ciudadano son lo mismo.

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