La Constitución, por alusiones
Cuanto más se empeña la izquierda –unos por activa y otros por pasiva, con distinta y extrema
sensibilidad– en debilitar la figura del Rey a través de una campaña diseñada para presentarlo
ante la opinión pública como un simple mortal, condicionado por las miserias y los tropiezos que lo alejan de cualquier naturaleza y altura institucionales, más refuerza Felipe VI el papel, ya descarnado, casi mecánico, que sale de una fotocopiadora de la Constitución. No hay que cambiarle el tóner. El Rey se acartona, pero no se arruga. Al contrario, sus reiteradas referencias al texto de la Carta Magna, en otro tiempo recurrentes y accesorias, se convierten hoy en los elementos que marcan la transformación de Don Felipe en la máxima y más depurada expresión de la
Constitución que vindica en sus discursos. Aquella «monarquía renovada para un tiempo nuevo» que prometió el Rey el día de su proclamación nada tenía que ver con una evolución humanizadora que facilitara la conexión de la Corona con el pueblo, sino, al contrario, y dadas las circunstancias, con un repliegue de carácter casi monumental y en el que la figura del monarca se confunde con la de la Carta Magna, base y peana de la estatua que algunos quieren echar abajo. El Rey repite la cantinela de la Constitución, ayer ante las Fuerzas Armadas, hasta quedarse sin palabras propias. Cuando pregunten por él, que abran la Constitución. No hay más.
España no da para más.