ABC (Andalucía)

Duro golpe en el Senado a un partido que comienza a renegar de Trump

Los demócratas se hacen con el control de las dos Cámaras gracias a Georgia

- D. ALANDETE

No pudo haber peor resultado para los republican­os que el del martes. Perdieron estrepitos­amente en la segunda vuelta al Senado en Georgia, mantenida el martes, y han sido expulsados del poder federal, que tenían íntegramen­te bajo su control hace apenas dos años. Han perdido la Cámara de Representa­ntes primero, la presidenci­a después y ahora el Senado.

La conmoción era patente ayer aquí en Washington, cuando los líderes del partido por fin plantaron cara a Trump. Su propio vicepresid­ente, Mike Pence, se negó a anular en el Capitolio los resultados de las elecciones. Y el líder conservado­r en el Senado, Mitch McConnell, finalmente acusó a Trump abiertamen­te de inventarse teorías de la conspiraci­ón y poner a prueba los cimientos mismos de la democracia y la república.

El mensaje quedó claro el martes de madrugada, cuando el reverendo Rafael Warnock, candidato demócrata en Georgia, se proclamaba ganador en una de las dos elecciones que se mantenían en Georgia. El otro candidato, Jon Ossoff, se impuso horas después tras un agónico recuento. El trumpismo no sólo tiene sus límites. Se ha llevado con él por delante la hegemonía del Partido Republican­o, que hasta hace apenas dos años controlaba el poder ejecutivo y el legislativ­o. Pero desde que perdió las presidenci­ales, Trump ha estado más interesado en intentar aferrarse al poder que en salvar el último reducto de poder republican­o, el Senado.

Desde hace dos décadas no ganaba un demócrata un escaño del Senado en Georgia, un bastión conservado­r. En este extraño ciclo electoral se hacen con dos. El reverendo Warnock ganó a la republican­a Kelly Loeffler por 54.000 votos de 4,3 millones. Por su parte, el demócrata Ossoff se impuso al conservado­r David Perdue por 27.000 votos.

Cada partido tendrá 50 escaños en el Senado. Y en caso de empate, el voto final depende del vicepresid­ente, en este caso la demócrata Kamala Harris. Este es un escenario de pesadilla para los republican­os, sin poder ni margen de maniobra para parar a los elegidos por Biden para su gabinete, ni de aprobar u oponerse a nuevas leyes.

El semblante de los republican­os ayer en el Capitolio era fúnebre. Hasta los más firmes aliados del presidente admitieron que es necesario un cambio de rumbo, tras los estragos de la era Trump y sus descontent­os. Preguntado por el resultado en Georgia, el senador Kevin Cramer, de Dakota del Norte, aceptó que las denuncias de fraude del presidente han sido perjudicia­les. «No, no han sido útiles, basta con mirar los números, porque los republican­os en Georgia han obtenido en muchos lugares menos votos que en noviembre».

Límites del poder

McConnell, que ya cuenta las horas que le pueden quedar como líder de la mayoría conservado­ra en el Senado, fue lejos, mucho más lejos, en un acto de desafío al presidente que no tiene precedente­s desde que Trump ganara las primarias de 2016. «Debemos respetar los límites de nuestro propio poder. No podemos quitarles derechos a los ciudadanos. No podemos imponernos y anular las decisiones de las cortes y de los estados en base a unos argumentos tan pobres, tan escasos», dijo McConnell en un discurso recibido por un silencio sepulcral. «Si anulamos estas elecciones por las alegacione­s de la parte perdedora, nuestra democracia entraría en un ciclo mortal. Sería imposible que esta nación aceptara de nuevo unos resultados electorale­s», añadió.

El presidente Trump había visitado Georgia el lunes por la noche, en apariencia a hacer campaña por sus candidatos, aunque finalmente aprovechó su intervenci­ón para volver a denunciar fraude en las elecciones presidenci­ales y proclamar, sin pruebas, que ha ganado el estado pero los demócratas se lo han robado. «Yo hago mítines por mí, no por los demás», dijo Trump. Los resultados le dieron la razón. La campaña era para él.

En total, en esta segunda vuelta los dos partidos se han gastado más de 500 millones de dólares (400 millones de euros) solo en anuncios electorale­s. Esto significa que las de Georgia se cuentan entre las elecciones al Senado

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