Festín de voces para empezar el año en el Teatro Real
A Joyce DiDonato se le suman, en solo tres días, Jonas Kaufmann y Javier Camarena
El Teatro Real empieza el año con un verdadero festín de voces. En tan solo tres días, los aficionados van a poder escuchar a tres de las más importantes figuras de la lírica internacional▶ la mezzosoprano Joyce DiDonato y los tenores Jonas Kaufmann y Javier Camarena; un trío verdaderamente estelar.
De «Arianna a Naxos», de Joseph Haydn, o «Les Troyens», de Héctor Berlioz, a «(In My) Solitude», de Duke Ellington, y «La Vie en Rose», de Edith Piaf, componen el ecléctico recital que, junto al pianista Craig Terry, ofrecerá la mezzo norteamericana, cuya última visita al coliseo madrileño fue como protagonista de la ópera «Dead man walking», hace tres años. El recital del miércoles próximo debía haberse celebrado el pasado mes de mayo, pero lo impidió el confinamiento.
Si alguien puede considerarse la gran estrella actual de la ópera –con permiso de Anna Netrebko–, ese es el tenor alemán Jonas Kaufmann, que tomará el relevo de Joyce DiDonato. La del próximo jueves será su tercera visita al Teatro Real; lo hizo por primera vez en 1999 –cuando todavía no era la figura que es hoy– en «La clemenza di Tito», y cantó un recital –pospuesto en dos ocasiones– en julio de 2018. Viene ahora acompañado del experimentado pianista Helmut Deutsch con un concierto titulado «Selige Stunde» (Hora bendita), en el que cantará piezas de, entre otros, Schubert, Beethoven, Mozart, Mendelssohn, Liszt o Richard Strauss.
Y si hay un tenor querido en el Teatro Real, ése es el mexicano Javier Camarena, que tiene el privilegio de haber hecho tres bises en su escenario («La fille du regiment», «Lucia di Lammermoor» y «L’elisir d’amore»). Visita el coliseo madrileño después de haber protagonizado la Gran Gala de la temporada pasada. En esta ocasión cantará –acompañado por la Orquesta Titular del Teatro Real, dirigida por su compatriota Iván LópezReynoso–, arias de óperas de Donizetti y Rossini, básicamente (la columna vertebral de su repertorio), junto a algún fragmento de Gounod, Lalo y Offenbach.
dejadas al sol antes de su cocción en los hornos de Impruneta», municipio florentino de unos 15.000 habitantes, a 15 kilómetros de la capital. Un estudio de un grupo de expertos internacionales, coordinado por Margaret Haines y el Archivo Histórico de la Opera Santa
Maria del Fiore, ha revelado, según el arquitecto
Caciagli, que «Filippo Brunelleschi compró material para los techos en los hornos Impruneta porque conocía su calidad excepcional». Era costumbre que las baldosas o tejas de terracota se secaran al aire libre. Algunos animales caminaron sobre ellas dejando sus huellas. Pero en la cúpula de Brunelleschi no solo hay señales de animales. Hay también huellas o símbolos como cruces, corazones, marcas de antiguos hornos, o fechas y nombres de quienes las fabricaron o de quienes hicieron mantenimiento de la cúpula a lo largo de los siglos.
Piezas artesanales
«Este no es el descubrimiento del siglo –ha precisado el arquitecto Caciagli–. Pero hemos logrado catalogar
huellas que nos per