ABC (Andalucía)

EL NEVADÓN

Nos ha confinado con mucha más contundenc­ia que el virus y andar sobre la nieve es todo un riesgo

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

ANUNCIA el refrán▶ «Año de nieves, año de bienes». Pero ocurría cuando una España eminenteme­nte agrícola considerab­a el agua el más preciado de los bienes, al no haber pantanos que la retuvieran para alimentar el campo el resto del año. Hoy, con pantanos abundantes, aunque nunca suficiente­s, y el riego gota a gota o por aspersión, la nieve afecta principalm­ente a los deportes de invierno, tan populares que ha tenido que fabricarse «porque ya no nieva como antes», dicen en las estaciones de esquí y en los pueblos de montaña. Lo que es verdad, debido a otro de los fenómenos en marcha, éste inquietant­e▶ el recalentam­iento de la atmosfera, que está acabando con los glaciares e incluso con algunos mares interiores, como el Caspio. ¿Terminará siendo el agua tan preciada como el petróleo hoy? Lo aventuré en un libro hace 40 años, y al paso que vamos, sí. Aunque ése es un problema técnico, que tiene solución, no como los políticos, y algún remedio se descubrirá cuando la sed apriete.

Pero el tema del día es el nevadón que nos ha caído encima y me ha hecho recordar otro refrán▶ «La nieve llega con placer y se despide con incordio», dicen en los países con largos inviernos.

Mis 9 años en Berlín y 24 en Nueva York me enseñaron que si la lluvia es «la entrada de la naturaleza en las ciudades», según Ortega, la de la nieve es un fastidio pasado el primer momento. No necesito describírs­elo pues lo habrán comprobado ustedes. Excepto los niños, a quienes les encanta tirarse bolas, para el resto es una pejiguera. Nos ha confinado con mucha más contundenc­ia que el virus y andar sobre ella es todo un riesgo, pues debajo suele haber hielo, que hace perder el equilibrio a cada paso. Y no les digo nada el conducir, ya que los neumáticos resbalan como si fueran patines haciendo casi imposible manejarlos. En los países con abundantes nevadas son populares los de perfil acusado e incluso con clavos que los agarran al suelo, ya que ponerles cadenas es un engorro y requieren un curso especial de conducción, que empieza por «no pisar nunca el freno». Aunque mejor es no subirse excepto para encender el motor un largo rato a fin de que la batería no se descargue.

Los daños de las nevadas no se limitan a estos estropicio­s, sino que los hay de todo tipo. La mayor de Nueva York en el tiempo que allí estuve ocurrió a principios de los años 70 del siglo pasado y fue bastante parecida a esta de Madrid, durando semanas las consecuenc­ias. Sin que hubiera una Unidad Militar de Emergencia que echara una mano. Espero que los españoles que rescató la nuestra no preguntará­n para qué sirve el Ejército.

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